martes, 25 de noviembre de 2014

PARA LAS RODILLAS, ¿ES MEJOR CORRER SOBRE TIERRA QUE SOBRE EL ASFALTO O LAS ACERAS?

¿Es mejor correr sobre el asfalto que sobre la acera? ¿Es mejor correr sobre la tierra que sobre el asfalto? ¿Por qué? ¿Porque es más blando?

He buscado información sobre este tema y en todos los sitios dicen lo mismo. Lo argumentan usando el sentido común pero en ninguna parte he encontrado a nadie analizando con rigor este asunto. Voy a tratar de analizar qué le ocurre a la rodilla en términos de dureza del suelo, aplicando valores aproximados, sin pretender ser un análisis científico riguroso sino como un divertimento. Sólo analizaré la rodilla y su impacto, de manera poco holística.


El valor que indica la elasticidad de un material se conoce como Módulo de Young y se representa por E. La ecuación que relaciona la elasticidad de un material, con la tensión aplicada (σ) y la deformación unitaria producida (ε) se conoce como ley de Hooke, que dice:

ε =σ / E

Si observamos los valores medios aproximados del Módulo de Young para los distintos materiales sobre los que solemos correr, nos encontramos que hay una gran diferencia entre ellos:

Hormigón: 300.000 kg/cm2
Asfalto: 120.000 kg/cm2
Madera: 100.000 kg/cm2
Tierra apisonada: 10.000 kg/cm2

Esto quiere decir que la elasticidad del asfalto es dos veces y media mayor que la de las aceras. La elasticidad de la tierra es 12 veces mayor que la del asfalto y nada menos que ¡30 veces mayor que la del hormigón!

Ahora está claro por qué un cristal se rompe al caer en una acera pero no lo hace al caer en la tierra.

Según se puede leer en diversas publicaciones, el impacto de un pie durante una carrera equivaldría al apoyo del triple del peso de un corredor. El pie de un corredor de 80 kg soportaría un impacto de 240 kg en cada pisada. Suponiendo que el corredor talonase (que el primer punto de apoyo sea el talón), el área del impacto puede ser de unos 20 cm2. La tensión ejercida en el momento del impacto sería entonces de unos 20 kg/cm2.

A ver qué pasa con los distintos materiales:

εhormigón= 20kg/cm2 / 300000 kg/cm2 = 0,006 %

εasfalto = 20kg/cm2 / 120000 kg/cm2 =  0,016 %

εtierra = 20kg/cm2 / 10000 kg/cm2 =  0,200 %


Vaya, la tierra se deforma ¡30 veces más que el hormigón! Bueno, eso es lógico puesto que la deformación es directamente proporcional a la tensión y es algo fácilmente observable.

Aunque, claro, si la tierra absorbe mejor el impacto, la reactividad de la zapatilla es menor. Es decir, el impulso que tomamos con cada zancada es menor en la tierra que en el asfalto o que en el hormigón. Además, el coeficiente de rozamiento es menor y la zapa también pierde impulso por este motivo. Creo que en la próxima carrera voy a ir todo el rato por la acera.

Pero lo que realmente me interesa en este caso es qué le ocurre a mi rodilla. Tengo oído a médicos deportivos diciendo que los meniscos se rompen por impactos directos, no por impactos del pie contra el suelo. No voy a entrar en el desgaste de menisco ni en condromalacias varias. Si no hubiera articulaciones, teniendo en cuanta que los huesos humanos tienen un módulo de elasticidad de ¡210.000 kg/cm2!, sería lógico ir por el asfalto o por la tierra. Pero nuestro cuerpo tiene cartílagos y tendones. El cartílago tiene un módulo de elasticidad de 240 kg/cm2 y los tendones de 6000 kg/cm2.

La superficie de contacto de los meniscos y los cartílagos es inferior a la de la huella del contacto entre pie y suelo. Los meniscos y cartílagos se deforman más de ¡40 veces más que el suelo de tierra! Eso quiere decir que, en el momento del impacto de la pisada, primero se deforman los músculos del talón, después el cartílago y, por último, la compresión ejercida sobre el suelo deforma la tierra.

¡Ups! Algo no va bien. Es como si ponemos un gajo de naranja sobre una rodaja de manzana y presionamos. Primero se deforma la naranja y, cuando ya está completamente aplastada, comienza a machacarse la manzana.

Pero nos falta un factor por analizar: la amortiguación de la zapatilla. La goma tiene un módulo de elasticidad de 80 kg/cm2. No sé qué módulo de elasticidad tiene el gel de Asics o el MoGo o todas esas amortiguaciones que llevan nuestras zapatillas (y me da pereza buscarlo). La goma se deforma, como mínimo, ¡tres veces más que el cartílago!

Así que el resultado es:

Primero se deforman los músculos del talón, después la amortiguación de la zapatilla, después los cartílagos y meniscos y, por último, una vez que todos los anteriores han absorbido el impacto, deformamos el suelo.

Dicho de otra manera:
Ponemos un filete. Encima del filete ponemos un huevo frito. Encima del huevo, unas patatas fritas. Apretamos hacia abajo con un tenedor y, ¿qué pasa? Que primero se aplasta el huevo, soltando toda la yema (amortiguación de la zapatilla), después se aplastan las patatas fritas (meniscos y cartílagos) y por último se aplasta el filete (suelo).


Así que, si nos preocupa la salud de nuestras rodillas, no debemos preocuparnos tanto de por dónde corremos y de llegar a casa con las zapas llenas de barro, como de llevar unas buenas zapas con una buena amortiguación... y de correr de manera correcta. Pero eso lo dejo para otra ocasión que me ha entrado hambre y me voy a freír unos huevos con patatas.

lunes, 24 de noviembre de 2014

Dos semanas para el Maratón de Málaga

A falta de 2 semanas para el maratón de Málaga, ya está todo el pescado vendido. Me queda hacer este miércoles el test de 2x6000, según los parámetros de Rodrigo Gavela, para terminar de definir mi ritmo objetivo. 

Ya se han terminado los rodajes laaaaargos. El último será de sólo 15 km, una nadería comparado con los 29 km del sábado pasado. Curiosamente, el rodaje más largo no fue el más duro. Llovía y hacía frío, como viene siendo habitual en estos parajes del Norte de Galicia en estos días de otoño. Salí a correr a las 9:15 de la mañana. Hice mis primeros kilómetros calculando que a las 10 había un entrenamiento grupal de NoSportLimit. Con mis compañeros nosportlimiteros hice 10 km por el paseo de tierra del río Mero que se me pasaron volando. Es lo q tiene correr acompañado de gente cojonuda. Después continué hasta completar los 29 km, unas 3 horas. Vi a una chica corriendo con un paraguas en la mano. Creo que eso sólo pasa en Galicia. 

Mientras corría por el paseo de O Burgo estuve fijándome en las aves. Junto a las omnipresentes gaviotas argénteas y "choronas", había un buen número de cisnes. También había ánades reales con sus polluelos. Vi unos chorlitos y unas garzas comunes. En una orilla el agua removida dio paso a un magnífico cormorán q estaba pescando. De pronto, en un prado cubierto de gaviotas vi un ave grande, con el pico curvo. Lo primero q me vino a la cabeza es q se trataba de un ibis, pero no podía ser. Son aves africanas. Más tarde Google me confirmó que sí, que se trataba de un ibis sagrado. Ya volviendo para casa, a falta de un km para llegar vi una majestuosa garza real. Realmente, el lugar por donde entreno es muy hermoso. 

El domingo mientras hacía unos kilómetros en bici en compañía de mi hijo, tuvimos la buena fortuna de volver a ver al ibis y de ¡verlo volar! Es como si estuviera dibujado de blanco y con la silueta perfilada en negro. Chulísimo. 

Por la semana seguí con los entrenamientos y empecé a creerme q puedo hacer MMP en el maratón. Mis pulsaciones en reposo están en 43 PPM y me siento bien preparado. Los ritmos de carrera son buenos. Me hacía mucha ilusión poder ir con Martín Fiz de liebre, rodando a 5'/km junto al globo de las 3h30', y creo q lo voy a intentar. A ver qué dice el test del miércoles.

Ayer sábado había un entreno grupal de 2 horas con NoSportLimit. Se trataba de un Trail sencillo. Por desgracia, me confundí con el lugar de encuentro y llegué 10 minutos tarde. Llovía y hacía viento en el Seixo Branco. Como suponía, ya no había nadie allí. Sólo estaban los coches. Salí a correr a ver si los encontraba. Por supuesto q no fue así y q me hice las dos horas solo. Y con la lluvia y el viento, no resultó nada sencillo. Terminé medio perdido pero siempre cuento con la función "volver al inicio" del Forerunner, que me fue guiando hasta el coche. Al terminar el entreno, me encontré con el gran Ricardo Massián, cambiándose la ropa mojada. Los demás ya se habían marchado. Charlamos un rato y volví a casa. 

Hoy domingo tuve cambios de ritmo. 500 metros a ritmo de 20" más rápido que el ritmo de maratón seguidos de otros 500 m a ritmo 20" más lento que el ritmo de maratón. Cuando estaba empezando, un hombre mayor al que no conocía de nada me dijo:
- ¡Vaste mollar!
- ¡Seica si !-le contesté-. ¡Seica chove!... ¡Pero xa escampará!

Ambos nos echamos a reír. Parecíamos un anuncio de GADIS. Un poco después vi a un hombre corriendo cubriéndose con un paraguas. Me pregunto si se habrá encontrado con el hombre del "Vaste mollar!" y qué le habrá dicho.

Ahora tengo que tener cuidado con las lesiones y tratar de echar fuera este catarro que me acompaña desde hace quince días. Lo de entrenar bajo la lluvia no es ningún problema. Los gallegos lo tenemos claro: ¡Se chove, q chova!

viernes, 14 de noviembre de 2014

SERIES CORTAS EN CINTA

Ayer hubo un temporal de viento y lluvia que metía miedo. Según mi plan de entrenamiento, me tocaban series cortas en cuesta suave. Si fuera un rodaje normal no me hubiera importado correr bajo la lluvia y contra el viento. Pero las series en esas condiciones me daban repelús. Además, tenía un poco de miedo a ponerme peor de este catarro que no me da curado. Así que pensé que por qué no hacerlas a cubierto.

Después de mi entrenamiento de carrera a pie para el Maratón de Málaga (y «fuera de programa», que no se entere mi entrenador) iba a ir a mi clase de natación en la piscina del barrio. Así que cogí todo lo necesario para los distintos ejercicios y me fui a hacer mis series en la cinta del gimnasio.

Al llegar al gimnasio encontré una cinta libre. ¡Bien! Subí a ella y la puse en modo manual para hacer el calentamiento. Las otras cintas estaban ocupadas por hombres y en las elípticas había unas chicas jóvenes parloteando y riendo. Mientras calentaba iba viendo las distintas opciones de la máquina. Los dos últimos modos se acercaban bastante a lo que yo buscaba. Escogí el «modo 9» que consistía en un pequeño calentamiento seguido de series de 1 minuto fuerte y 3 minutos más lentos. 

Lo puse en marcha y el calentamiento era demasiado lento. Iba andando. Pulsé el botón de la velocidad y descubrí q dentro de cada programa había niveles. Lo puse en el «nivel 3» y comencé a calentar con un trotecillo alegre. Cinco minutos de calentamiento y se acercaba el momento del «minuto fuerte». A falta de unos segundos, la máquina empezó a pitar avisando del cambio de ritmo.

La velocidad fue aumentando progresivamente hasta ponerse a 15 km/h, que son unos 4'/km. El ritmo de mis zancadas y el ruido de mis pisadas contrastaba con el de las otras cintas. Noté algunas miradas pero yo seguí a lo mío. Empecé a sentir un cierto temor a dar un traspiés y salir despedido. Si tropezaba tendría que agarrarme a las barandillas y sacar los pies de la cinta en el menor tiempo posible. El minuto rápido terminó y comenzaron los 3 minutos de ritmo normal. Me fijé entonces en que las siguientes repeticiones serían un poquito más rápidas, a 16 km/h. Ese era el ritmo máximo que daba la máquina. Pasaron los 3 minutos y volví a oír el pitidito. Comenzó de nuevo la progresión hasta la velocidad rápida, a 3'45"/km. Iba lo más adelantado posible en la cinta pero me daba la impresión de que el pie caía muy cerca del borde delantero. La sensación era un poco estresante por el temor a tener un fallo en la pisada. Comencé a oler a motor. La cinta iba a su mayor velocidad y es posible que nunca la hubieran puesto a ese ritmo. El minuto terminó y las series siguieron hasta concluir el entreno. Al final no estuvo tan mal.  

Tras el experimento he decidido no volver a hacer series en cinta. Por un lado está la sensación de estrés por la posibilidad de tropezar y caer. Por otro lado, la velocidad en la cinta parece mayor de la que es en realidad. En la calle hubiera corrido más rápido pero en la cinta me daba impresión de no poder correr más. En tercer lugar... las series en la calle son mucho más discretas y no tienes a media docena de personas mirándote con cara de extrañeza.

Sigo sumando camino a Málaga

jueves, 2 de mayo de 2013

MARATÓN DE MADRID 2013


Con éste ya son siete los maratones que llevo en las piernas y cada uno fue completamente distinto. Este año conseguí cumplir dos metas: bajar de 4 horas en Mapoma y hacer Mejor Marca Personal (que estaba un par de minutejos por debajo). Muchas eran las dudas que rondaban por mi cabeza: No bajé de peso lo que hubiera debido, no hice suficientes kilómetros, el «rodaje largo» más largo fue de 25 km y quizá sea un poco escaso (otros años llegué a correr «largos» de 32 km), en medio de la preparación tuve un parón de 15 días,  ... El caso es que Gandalf dijo «¡Corred, insensatos!» y yo soy un insensato.

Este año entrené el maratón según las indicaciones de los entrenadores de No Sport Limit, Ricardo Rey y Óscar Silguero. Aunque ambos me ayudaron mucho, Richi fue el que me planificó los entrenos durante los 4 meses de preparación y fue haciendo el seguimiento de mi estado. El resultado fue espectacular.

COSAS QUE TENGO CLARAS ANTES DE EMPEZAR A CORRER UN MARATÓN
  • Volveré a atar los cordones de las zapas antes de la salida y les haré doble nudo.
  • No calentaré. Haré los ejercicios de reclutamiento de fibras unos minutos antes de la salida.
  • Los geles los voy a tomar en los km 6, 18 y 30. 
  • Después de cada gel beberé unos 200 cc de agua.
  • Beberé en todos los avituallamientos, unos 100/150 cc.
  • Llevaré mi ritmo. Nada de seguir a los globos o a otros corredores.
  • Debo mantener el ritmo constante. Si paro, me incorporaré poco a poco a mi ritmo.
  • Evitaré los cambios de ritmo. Es preferible parar si es necesario que dar un salto para superar un obstáculo o correr más rápido para evitar parar en un obstáculo.
  • Voy a parar a mear nada más pasada la pancarta del medio maratón, en las rejas del Parque del Oeste. Si tengo ganas antes, me aguanto.
  • Si pierdo tiempo por algún motivo no lo voy a intentar recuperar.
  • Si me encuentro muy bien y voy más rápido de lo previsto, reduciré la velocidad hasta mi ritmo objetivo.
  • El medio maratón lo haré como muy rápido en 1h55', intentando no pasar de 2 horas.
  • Procuraré pisar y bracear bien.
  • Lo más importante: ¡Disfrutaré todo lo que pueda!

EL DÍA D  

Aún no eran las seis de la mañana cuando me desperté sin ayuda del despertador. Tenía un sueño raro donde salían Bárcenas, Feijoo, Robert Downey Jr. y se desarrollaba en una versión onírica de Bristol. No me importó nada despertarme y alejar de mis neuronas a esos personajes. Me dolían las piernas de tanto caminar el día anterior y tenía un fuerte dolor de cabeza. Desayuné un paquete y medio de galletas Príncipe Energy con un botellín de agua y me volví a la cama. A las siete y media volvió a sonar el despertador. Había dejado todo preparado del día anterior por lo que comencé con los preparativos:
  • Unos trozos de Fixomull Strecht para proteger los pezones de las rozaduras y no llegar con ellos sangrando.
  • Vaselina en los «sospechosos habituales» de producir rozaduras (entre las piernas)
  • Equipación del club, el C.A.R. Marisqueiro
  • Crespón negro en el dorsal (que ya lo había imperdibleado el día anterior) en memoria por los afectados por el atentado del Maratón de Boston.
  • Protector solar, evitando las zonas donde el sudor lo pudiera arrastrar a los ojos.
  • Gorra.
  • Brazalete con khenéfono para poder localizar a mi chica a la llegada a meta y para enviarle por SMS el paso por algunos puntos kilométricos.
  • Dos geles. El tercero lo iba a dar la organización en el km 27.

LA SALIDA

El ambiente previo a la salida era festivo. Los portadores de los globos de ritmo se dirigían a sus posiciones. Los patinadores que te ofrecen réflex y vaselina estaban juntos a la fuente de la Cibeles (es impresionante el hecho de que en medio del maratón grites ¡réflex! y un patinador se acerque con el bote a aliviarte la zona dolorida sin que tengas que parar de correr). Los camiones-ropero recogiendo las bolsas. La policía vigilando la seguridad de los corredores. Pero lo verdaderamente festivo era ver a 26000 personas acercándonos a la salida trotando, caminando, charlando, riendo, bromeando, pero todos con la ilusión de compartir corriendo un día de fiesta.

Poco antes de salir, un último recuerdo a las indicaciones de Richi. Hago unas contracciones isométricas y me preparo para la salida. El termómetro marcaba 4 grados. Se veía salir la sombra del calor de todos los corredores, como en una carretera un día de verano. Dan la salida aunque yo no lo oigo. Tampoco oí cuando nos pidieron que hiciéramos con los dedos la «b» por Boston. Comenzamos a caminar y pasan 6 minutos hasta que cruzo el arco con la alfombra que me marcará mi tiempo neto. Arrancamos. Intento ver a mi chica en la fuente de siempre pero esta vez no lo consigo. Ella tampoco me ve a mí. Empiezo a correr para marcar el ritmo a los keniatas. Bueno, esto último me lo he inventado, je je je. Miro mi Fore y voy más lento de lo previsto. Me da igual. Sigo el ritmo de los que van a mi alrededor, sin pasarme. No pienso adelantar a nadie... todavía. Antes de llegar al Bernabeu veo venir de frente (pero por otro carril) a Arturo Casado y Jesús España, que llegaron primero y segundo en la prueba de 10 kilómetros. Los vitoreamos como se merecen.

EL MARATÓN

Llegamos al Bernabeu y los del 10 K se separan de nosotros. Nos despedimos con aplausos. En el km 6 me tomo el primer gel. Los siguientes kilómetros no tienen nada de particular: gente animando, corredores con disfraces, las monjitas de siempre animando en una esquina, héroes que llevan corridas las 36 ediciones del Mapoma (yo creo que éstos están compitiendo entre ellos como «Los Inmortales»: A ver quién es el último que hace todas las ediciones seguidas ¡Sólo puede quedar uno!), el que lleva la camiseta diciendo que hoy cumple setenta y tantos años, un grupo de corredores portugueses disfrazados de Minnie Mouse, otro de Groucho, otro de escocés, los que corren por alguien o por alguna asociación, camisetas donde ves que vas rodeados de corredores de medio mundo: Francia, Reino Unido, Estados Unidos, Noruega, Estonia, Portugal, Grecia, Alemania, Holanda, Bélgica, ...

En el kilómetro 16 nos separamos los del maratón de los que corren la media. No está bien indicado. Dudo, me paro, me voy por el camino equivocado pero una chica de la organización me avisa de que los del maratón vamos por la derecha. Enfilo Fuencarrral como preámbulo de lo que viene después. Salgo a la Gran Vía. Como siempre, es impresionante. Mi chica está en Callao, dándome ánimos. Preciados (poca gente), Sol (abarrotado), me tomo el segundo gel, Mayor (muchísima gente). En la Catedral de la Almudena una mujer de rasgos orientales nos anima de una forma muy curiosa. Con los brazos levantados, mueve las manos como saludando con las dos a la vez pero «a ritmo», como si cantara los «cinco lobitos». Después las baja y, con el mismo ritmo, daba palmas pero exagerando el movimiento. Mientras tanto iba dando voces de ánimo, también con la misma cadencia (eso espero, porque no le entendí nada).

El kilómetro 21. El medio maratón. A partir de ahí comienzo a descontar kilómetros. Paradita a echar un pis antes de entrar en el parque del Oeste y p'alante. Hay una bajada fuerte y regulo el ritmo. Me dejo ir pero sin pasarme, procurando descansar. Salimos del Parque y volvemos al asfalto. Por fin llego a la entrada de Casa de Campo, allá por el km 25. Le mando un SMS a mi chica: «25». Ella lo entenderá. Bajadita y posterior cuesta. Acorto la zancada. Veo un corredor ciego con su guía, unidos por una cinta en la muñeca. ¡Qué mérito tienen!

En el km 27 nos dan un gel. Aunque habían dicho que iba a ser de fresa/plátano, nos los dan de manzana. Me da igual, también lo tengo «testado». En el km 28 veo a los que llegaron al final del parque y ya vienen de vuelta. Poco después la doy yo. Pasamos al lado del Parque de atracciones y en el km 30 me tomo el último gel. La salida del parque es en cuesta. Acorto otra vez la zancada. Unos kilómetros más allá cruzo el Manzanares y paso al lado del Calderón. Le doy mentalmente un corte de mangas al km 34 mientras pienso «ahora empieza el maratón».

Compruebo como me encuentro y me siento bien. Las piernas van, los pulmones van, el corazón va bien. Olvido el Fore y empiezo a correr por sensaciones. Empiezo a adelantar a corredores y me encuentro fantástico. Los kilómetros más duros van pasando uno tras otro. Llego a Atocha y me siento fuerte. Veo a mi chica que me da ánimos. Sigo corriendo, cada vez más rápido. Me doy cuenta de que en las cuestas estoy yendo más rápido que en el resto de la carrera. Miro el Fore y veo que puedo bajar de las 4 horas. Paso al lado de la Puerta de Alcalá. Llego a la entrada del Retiro y aprieto. Es el momento de echar el resto.  Llego a meta en 3h 58' 14", Mejor Marca Personal. Me dan un Powerade y la medalla. Bebo la mitad y paso de coger nada de comer. No tengo hambre. No tengo sed. No siento dolor en las piernas. Hubiera aguantado corriendo más kilómetros sin complicaciones. Me dirijo hacia la salida y llamo por teléfono a mi chica. Nos encontramos y vamos al hotel, a darme una ducha, recoger las cosas, ir a comer y a coger el avión de vuelta a casa. Me siento en perfecto estado. ¡Lo he conseguido! ¡Sub 4 horas en Mapoma!

Ya en casa, viendo los parciales de los pasos por las alfombras, compruebo que desde el km 35 hasta la meta adelanté a 900 corredores. Y desde el km 40 hasta la meta, adelanté a 260 corredores.

Al día siguiente tenía las piernas un poco cansadas, como si el día anterior hubiera hecho un entreno exigente, pero nada que ver con las sensaciones de otros años. El martes fui a clase de natación y, aunque al principio notaba las piernas cargadas, salí del agua como nuevo. Ya estoy para otra (bueno, casi). Ahora, a empezar con los triatlones con vistas al Medio Ironman Desafío Islas Cíes, el 15 de septiembre en Vigo. Con terminarlo me doy con un canto en los dientes.



lunes, 18 de febrero de 2013

Prueba de Esfuerzo

- Vamos a empezar a 5 e iremos aumentando progresivamente.- me dijo el técnico que me iba a hacer la prueba de esfuerzo.

«¿¡Empezar a 5!?- pensé yo-.¡Esto va a ser duro!».

- Para que te hagas una idea es como ir andando a paso más o menos fuerte- añadió.

Vale. El hombre no estaba hablando de ir a 5'/km. Estaba hablando de ir a 5 km/h que es algo muy distinto. Me dio un par de indicaciones más: que no podía hablar durante la prueba porque haría variar la medición de los gases, que contestara con el pulgar cuando me preguntara y que iba a subir medio km/h cada 30".

Empezó la prueba con 3 minutos de reposo. Eso era fácil. Aunque fueran 5 minutos de reposo los hubiera soportado sin dificultad. Ahí estaba yo, de pie sobre una cinta de correr parada, desnudo de cintura para arriba, con un rasurado espantoso en el vello del pecho, cubierto con electrodos por pecho y espalda y con la cara tapada con una máscara para medir los gases de la respiración.


Poco antes de empezar me habían tomado la tensión y formulado una batería de preguntas. La tensión me había salido muy alta, 160/120, y supongo que la mitad de las preguntas tenían relación con esos valores. La verdad es que, aunque no me sentía nervioso, es probable que sí lo estuviera. Había ido con tiempo suficiente pero con el temor a no encontrar dónde aparcar y llegar tarde a la cita. Dejé el coche en un parking y llegué con un par de minutos de antelación. La recepcionista que me atendió era muy seca y seria. Por su expresión, temí por un momento que hubiera algún problema con mi cita o que me hubiera equivocado de hora o día. Finalmente me dijo que fuera al final de un pasillo prácticamente solitario, con sólo una mujer que trataba de entretener a un niño pequeño mientras esperaba a que la atendieran. Mi vejiga llevaba protestando un buen rato pero encontré un baño donde aliviarla. Nada más salir del aseo, por la puerta del fondo asomó una cabeza llamándome por mi nombre e indicándome que pasara. Era un hombre joven de trato afable, que se presentó como la persona que me iba a hacer la prueba. Me acompañó hasta unos vestuarios y me dijo que me pusiera la ropa de correr y que no iba a poder volver allí hasta que la prueba hubiera terminado. Me quité el chándal y entré en la sala donde me iban a hacer la prueba. Busqué donde apoyar la camiseta y el móvil y no lo encontré. El técnico me dijo que los podía apoyar sobre el sillín de la bici para no tener que dejarlos en el suelo. Me rasuró el pecho y comenzó a ponerme los electrodos. Acto seguido me tomó la tensión y llamó a otra persona a la sala de al lado. Por la puerta entró un hombre con bata blanca y un estetoscopio colgado del cuello por lo que deduje que era médico. Me auscultó y me hizo muchas preguntas sobre enfermedades cardíacas en la familia, mis hábitos de vida y sobre hipertensión. Me costaba contestarle mirándole a los ojos porque era bizco y no sabía a qué ojo mirar. Me dejó algo preocupado por tanta pregunta. Incluso pensé en que me iba a decir que no iba a poder realizar la prueba. Finalmente le indicó al técnico que procediera. El hombre conectó los electrodos a unos cables que colgaban del techo y me puso una especie de camiseta de rejilla para cubrir todo. Le pedí si me podía sacar después una foto y me dijo que sí. Me puso la máscara y no me ajustaba bien sobre el puente de la nariz, por lo que construyó un suplemento con un poco de algodón.


Pasados los 3 minutos de reposo, la cinta comenzó a moverse. El técnico me dijo que, cuando no pudiera más, que diera dos golpes sobre la barandilla del tapiz rodante. Cada 30 segundos, la velocidad aumentaba medio kilómetro por hora. Yo tenía tres referencias que sabía de memoria: 10km/h=6'/km; 11 km/h=5'30"/km; 12 km/h=5'/km. El técnico me iba indicando la velocidad y yo sabía que hasta los 10 km/h no iba a empezar «la fiesta». Llegamos a los  10 km/h y yo ya iba respirando por la boca. No me gusta correr en cinta y, con una máscara en la cara y un montón de cables saliendo de mi cuerpo, no mejoraba la sensación. Un electrodo se soltó y me lo volvieron a colocar. Un poco más tarde, se soltó otro. El técnico, de vez en cuando, me tomaba la tensión, me ajustaba la máscara o me sujetaba los electrodos para que no se cayeran. Llegué a 12 km/h y me sentía bien. Sudaba mucho e iban cayendo goterones sobre la cinta pero soportaba bien el ritmo. No tenía ni idea de hasta cuánto podría aguantar. La velocidad siguió aumentando hasta que llegó un momento en que di los golpes en la barandilla. El técnico me dijo: «¡Un poquito más!» Yo estaba al límite. Las piernas iban a tope y el corazón bombeaba muy rápido. Sabía que alguna vez había  ido más rápido y que mi corazón había llegado a pulsaciones más altas pero, aunque fuera posible que aguantara un poco más y que pudiera ir un poco más rápido, lo que de verdad me aterrorizaba era dar un traspiés y caer. «Un poquito más», volvió a insistir. «¡Ay, que me mato!», pensé yo. Unos segundos más tarde la cinta redujo su velocidad. Me dejó rodando un tiempo a 5 km/h y, poco a poco, fue reduciendo velocidad hasta volver a ritmo de caminar y finalmente se paró.


Bajé de la cinta chorreando sudor. Me quitó la máscara pero dejó puestos los cables. Era como cuando Neo estaba conectado a Matrix. Me mandó subir a la bici ergométrica, que ajustara la altura del sillín y que fuera pedaleando. El electrocardiograma comenzó a dar una señal muy rara. El médico y el técnico trataron de arreglarlo comprobando los electrodos y levantando los cables. Me pidieron que me quedara sentado sobre el sillín, sin tocar el manillar y el ECG se arregló. Mencionaron algo de que yo movía las clavículas al pedalear.Volvieron a revisar todo, cambiaron de posición un par de electrodos y volví a ponerme en posición de carrera. El ECG volvió a fallar. Me tocaba hacer la prueba sentado erguido. 

La prueba en bici fue similar a la de correr pero más incómoda por la postura y por mi falta de entrenamiento sobre ella. El sudor caía sobre la bici y resbalaba hasta el suelo. La tensión era más fácil tomarla pero los electrodos se soltaban con más frecuencia. Llegó un momento en que no fui capaz de pedalear más y tuve que parar. En esta ocasión, la parada fue menos peligrosa que en el tapiz rodante.

Me desconectaron todo y se pusieron a preparar los resultados. Me dijeron que me fuera a duchar. Fui a los vestuarios y comprobé que, efectivamente, había una ducha. Entré en la ducha pero la puerta no cerraba. Miré hacia el suelo y vi que le habían puesto un trozo de madera para que la puerta no se descolgara pero que no dejaba que se cerrara. Mientras me duchaba entró alguien más en los vestuarios. Cuando salí ya no había nadie. Una vez vestido observé que los vestuarios estaban un poco abandonados. Estaban limpios pero el techo estaba en mal estado y una de las puertas de las taquillas no estaba. Cogí mis cosas y fui a la otra sala donde el médico estaba charlando con otra persona. Este hombre había entrado como Perico por su casa mientras yo estaba con la prueba de esfuerzo y había pensado que trabajaba allí. Por la conversación comprendí que estaba equivocado y que era otro cliente. Me quedé de pie esperando a que me dijeran algo o me dieran los resultados. Al cabo de un rato me invitaron a que esperara fuera, en el pasillo.


Unos minutos más tarde, el médico me mandó pasar. Me hizo un pequeño interrogatorio para comprobar que yo estaba con NoSportLimit y que conocía a Ricardo y a Óscar. Una vez estuvo satisfecho, me dijo que sentía el lío con los cables y con el ECG pero que no había afectado a los resultados. Me señaló que la tensión la tenía muy alta al principio pero que, en vez de seguir subiendo, como correspondería a un hipertenso, me había ido bajando con el ejercicio hasta alcanzar un mínimo. Que probablemente fuera debido a problemas de estrés o de ansiedad. Después había subido hasta valores normales (tirando a muy buenos). Concluyó diciendo que, a la vista de los resultados, yo no era hipertenso, que mi corazón no tenía ningún funcionamiento anormal con el ejercicio y que no había ningún síntoma cardíaco por el que yo no pudiera hacer ejercicio.

Nos despedimos con un apretón de manos. Me dijo que, si me preguntaba la recepcionista, le dijera que había hecho una prueba de esfuerzo de federados. No hizo falta. La mujer llamó al médico, le preguntó y me cobró.

Ahora sé que no tengo problemas cardíacos que se puedan detectar con una prueba de esfuerzo y cuáles son mis umbrales... ¡Jerusaleeeeén!

domingo, 10 de febrero de 2013

Un Ladrillo sobre el Agua

El agua es un elemento misterioso para la mayoría de los corredores. No es lo mismo pararse a descansar en el arcén de una carretera que hacerlo en el mar, a 500 metros de la orilla. Películas como Tiburón, Piraña y otras del estilo tampoco es que ayuden mucho a animarnos a nadar en el mar. Todo son problemas: El agua de mar está fría y mojada, no puedes llevar un móvil contigo por si te da un calambre, no puedes pararte a descansar, si te da un apretón ¿qué haces?, no hay fuentes para beber ni puedes llevar el botellín de isotónica y, ¿dónde coño metes la llave del coche, ahora que todas llevan integrado el mando a distancia?


Aprendí a nadar el siglo pasado, casi casi en la prehisteria, a la tierna edad de 6 añitos. Iba con el colegio al Real Club Náutico de Vigo donde se los monitores se esforzaban en intentar enseñarme las nociones básicas de la natación. Mentiría si dijera que me encantaba el agua y todas esas cosas. La verdad es que me parecía agotador. Por entonces aprendíamos a nadar sin gafas de piscina y no me gustaba nada nada nada eso de que me entrara el agua en los ojos. Había que acostumbrarse al cloro pero yo siempre fui muy delicadito con la vista (mi padre estaba hasta los huevos de que en todas las fotos saliera con los ojos cerrados porque me molestaba la luz del sol, costumbre que todavía no he abandonado) y me picaban muchísimo los ojos. Así como en las artes marciales van consiguiendo cinturones, nosotros íbamos consiguiendo caballitos de mar. Nos daban unas figuritas de plástico que se cosían en los bañadores. Yo llegué a tener el «caballito azul» pero creo que no me lo merecía. Pasó el tiempo y me olvidé de lo poco que había aprendido...


Hace año y medio me animé a ir a la piscina. Los primeros momentos fueron desoladores. Descubrí que no tenía ni idea de nadar a ninguno de los estilos y que me costaba un montón completar los 25 metros de largo de la piscina. Mi monitora Mónica tiene muuuucha paciencia y poco a poco fue enseñándome los rudimentos de la natación. Los meses fueron pasando y mi técnica fue mejorando. Ahora estoy en el proceso de aprender a nadar a mariposa pero me he dado cuenta (yo solito, ¿¡eh!?) de que hay unos elementos comunes a todos los estilos y que voy a dejar plasmados en la khenesfera.

No voy a escribir de cómo se nada ni de cómo debe ser la técnica, que para eso hay miles de webs y de vídeos en Youtube. Voy a escribir sobre mis impresiones, que pueden estar equivocadas y me encantará que me corrija quien sabe más que yo, pero que son lo que mi pobre raciocinio tiene a bien entender. Lo primero que hay que saber es que flotamos. Bueno, no es del todo cierto. Flotamos mientras tengamos aire en los pulmones. Con los pulmones vacíos nos hundimos. Peor todavía si eres como yo, que no soy capaz de hacer «el muerto» en el agua dulce. Por lo tanto, si quieres mantener la flotabilidad hay que ir soltando el aire poco a poco y el resto justo antes de tomar la siguiente bocanada. En segundo lugar, hay que adoptar la postura más hidrodinámica posible. Ponte de pie en medio de tu habitación pero no debajo de la lámpara. Cierra las piernas, levanta los brazos, une las palmas, mira hacia donde se une la pared con el techo, ponte de puntillas y trata de tocar el techo. Esa es LA POSTURA. Cuando nades, estira el cuerpo y procura que tu postura se parezca lo más posible a la de tocar el techo. Claro que por muy hidrodinámica que sea la postura, si no te impulsas no avanzas. Es obvio que, para que la brazada sea eficaz, la superficie de la mano con la que te impulsas debe ser lo mayor posible (abierta y relajada), moverse con la mayor velocidad posible (sin llegarte a agotar) e impulsar el agua en el sentido opuesto al del avance. Si impulsamos en otra dirección, el impulso es menos eficaz. Ah, ¿que parte de la brazada la destinamos a mantenernos a flote? No hace falta, ya sabemos que flotamos. Sólo necesitamos impulsarnos hacia adelante.


Así que ya nadamos tiesos como tablas impulsando perfectamente el agua hacia atrás. ¿Qué nos falta? Pues aplicar un poco la dinámica de fluidos. Cuando tiramos una piedra al agua se producen ondas que se desplazan a una velocidad más o menos lenta. Esas olas se van acumulando delante de nosotros al igual que sucede en la proa de un barco. Cuando los barcos navegan van dejando una estela cuyo semiángulo (la mitad del ángulo) se llama ángulo de match. El seno de ese ángulo nos da la relación entre la velocidad de desplazamiento de la onda y la velocidad de avance de la fuente (proa del barco, nadador, etc). Lo mismo ocurre con los aviones y la rotura de la barrera del sonido pero eso lo dejo para cuando aprenda a volar. El caso es que nosotros avanzamos más rápido que las ondas que generamos por lo que se forma una barrera de agua que se opone a nuestro avance. ¿Qué podemos hacer? ¡Romperla, por supuesto! Para romperla lo mejor será utilizar la mano con el brazo estirado. En el mar, en aguas abiertas, también podemos utilizar a otro nadador que vaya delante de nosotros. Él ira rompiendo esa barrera y el agua que estuvo en contacto con su piel tiene una cierta velocidad en el sentido de avance, lo que nos facilitará nuestro desplazamiento. A eso se le llama nadar a drafting o nadar a estela. Por eso también avanzamos más rápido buceando que nadando en superficie y los submarinos van sumergidos siempre que pueden (como muy bien sabía Hill Taylor).


Ahora sólo nos queda practicar, practicar y practicar. Horas y horas de técnica, técnica y técnica para ir puliendo nuestros defectos, deslizar sobre el agua, perfeccionar nuestro estilo e irnos pareciendo cada vez más a Johnny Weissmuller y salvar a la chica cuando esté en peligro.

lunes, 4 de febrero de 2013

Vivir es una carrera de fondo

La vida se compone de inifinidad de pequeñas cosas que conforman un todo. Pequeños detalles pueden subirte la autoestima hasta niveles insospechados y pequeñas miserias pueden hundirte hasta lo más profundo. El trabajo y los compañeros, la familia y la casa, que el coche vaya bien o que esté en el taller, una llamada que no llega o una llamada inesperada, que te pongan mala cara o te brinden una sonrisa, un cambio súbito o demasiado lento, un pequeño fracaso o un éxito minúsculo, los entrenos demasiado cómodos o demasiado duros, el buen o el mal tiempo, el cansancio o las buenas sensaciones, dormir bien o mal, pequeñeces, miserias, noticias, temores, dudas, ... 

Todo tiene un nexo en común que somos nosotros mismos. Y cuando salimos a entrenar llevamos sobre nuestros hombros todo nuestro presente, nuestro pasado reciente y nuestro futuro inmediato. Durante el entrenamiento podemos concentrarnos en el esfuerzo y en el ejercicio y no pensar en nada más, o ir pensando en todo lo que nos preocupa mientras se va diluyendo con el sudor o esforzarnos hasta la extenuación para que el cansancio nos haga olvidar los problemas. 

Correr también ayuda a relativizar las cosas. Los corredores de fondo sabemos que un maratón se divide en cuarenta y dos mil pasos, para algunos unos cuantos más, para otros unos cuantos menos. Sabemos que las distancias y los tiempos son relativos, que las metas más complicadas se superan con esfuerzo y dedicación, poquito a poco, que lo que antes nos parecía imposible, ahora sabemos que es asequible. 

Aprendemos en nuestras carnes que el trabajo de meses se puede perder en dos segundos, en un resbalón, en un tropezón, en una piedra suelta, en dos segundos y dos décimas. Pero también sabemos que habrá más oportunidades, que el mundo no se acaba mañana, que no todo es definitivo, que el dolor es pasajero, que las heridas se curan, que las inflamaciones desaparecen, que le mundo sigue girando. 

Los corredores de fondo sabemos que los límites no son sólidos, que se desvanecen cuando nos aproximamos a ellos, que tras superar el primer 10 km que parecía imposible, poco después superaremos un medio maratón, más tarde nuestro primer maratón y después, el segundo y el tercero... Después descubres que hay otros mundos, que no todo acaba con el asfalto, que existen los trail y la montaña, que se pueden correr crosses y disfrutar con el barro, que puedes correr en pista, que el atletismo es más que la carrera a pie, que ahí está el tríatlón, uniendo carrera a pie con la natación y el ciclismo, ...

Cuando los problemas se te vienen encima, cuando te parece que el estrés te va a comer, cuando el mundo parece que se ha vuelto del revés, cuando las cosas vienen torcidas, cuando un «compañero» cabrón te amarga la vida, te paras y recuerdas que ya has superado con éxito cosas más difíciles, que has salido a entrenar en medio del temporal, con vientos de más de 100 km/h, con lluvia, con granizo, de noche, que has entrenado todo el inverno para correr en primavera, que has superado maratones, triatlones, pájaras, hipotermias, hipoglucemias, deshidrataciones, lesiones, punciones secas, calambres, ... 

Y sales a entrenar y piensas «Hoy que estoy cansado, voy a correr sólo 10 km». Acudes a una carrera y dejas el coche a dos kilómetros para ir calentando. Te apetece ver a los amigos y vas a un medio maratón para cruzar unas palabras con ellos o para charlar durante los 21 kilómetros, porque sólo es una media. Vas de viaje al extranjero y metes las «zapas» en el equipaje. Llegas destrozado a la meta en un maratón y ya estás pensando en volver a correr otro. Te caes, te abres una rodilla y te sientes fatal porque no vas a poder entrenar durante una semana. Amigos, lo nuestro no es normal... 

Todo está en nuestra cabeza. Somos luchadores, sabemos dosificarnos y regularnos, soportar el dolor, proponernos nuevos retos, superarnos a nosotros mismos. Y no sólo en las carreras. Los baches de  nuestro día a día los afrontamos con el mismo espíritu porque nosotros sabemos que la vida sólo es otra carrera de fondo más.

domingo, 20 de enero de 2013

SEMANA DE RELAX

Esta semana fue de relax. El domingo fui al centro de salud a que me hicieran curas en la rodilla y coincidieron con lo que me habían dicho el día anterior: «Es una herida muy fea». Supongo que todas las heridas son feas porque no me imagino a una enfermera diciendo «¡Qué herida más chula tienes! ¡Es preciosa! ¡Es la herida más bonita que he visto en mi vida! ¡Voy a hacerme una igual porque me encanta!». El hecho es que me hizo la cura y me dijo que lo importante es mantenerla limpia, que antes de ir a que me hagan curas que la lavara bien y que la frotara ¡¡¡con un cepillo de uñas!!! Busqué con la mirada en qué lugar de la enfermería se había dejado la buena de la mujer la botella de ron pero no la encontré. Ya puestos, me podría haber dicho que frotara la herida con un cepillo de cerdas o con un Nanas. Ese día no salí a correr. Fue un día de relax.
 
Al día siguiente (lunes) fui a la enfermería a que mi enfermera me hiciera la cura. Me miró la herida y coincidió en que era fea ¡Vaya por Dios! Le pondré unos lacitos o algo, no se me vaya a acomplejar la herida. Después de hacer la cura con  muchísimo más cuidado que las dos veces anteriores, me puso un apósito húmedo. Consiste en un apósito cubierto por un film adhesivo y muy elástico, como si fuera de goma. Primero me rasuró la zona (y bien que se lo agradezco) y me lo colocó mientras me decía que me puedo duchar con él puesto. Le pregunté acerca de correr y me dice que, si no me molesta, que por qué no ¿Y nadar? Uy, eso ya es otro cantar. El apósito soporta la ducha pero estar más de media hora en piscina... Vale, pues otro día de relax.
 
El martes tocaba piscina. Había pensado en acercarme al gimnasio a hacer unas pesas pero, entre que todavía me dolía la vacuna antitetánica que me habían inoculado en el deltoides (eso me había dicho la enfermera que me la administró cuando le pregunté hasta dónde me remangaba. Que me la iba a poner «en el deltoides». En el momento no recordaba muy bien donde quedaba porque no es un músculo que estire ni un lugar donde me haya lesionado, que son los músculos de mi cuerpo que conozco. Por descarte, deduje donde quedaba y evité mostrar mi ignorancia). La herida me dolía y si, de los 6 ejercicios de pesas, no puedo hacer 4, mejor me quedo en casa. Un día más de relax.

El miércoles tocaban series de 1000 metros o sesión presencial en los alrededores de la Torre de Hércules. Con el permiso de mi enfermera y la curiosidad de un gato, me dirigí a «la torre» a ver qué era eso de la «sesión presencial». Por si acaso, llevé conmigo la pulsera naranja de Nosportlimit. Fue fácil encontrarlos y Óscar, el entrenador, se acordaba de mí aunque sólo nos habíamos visto una vez. Me presentó a los compañeros de entreno, que me recibieron muy bien y comenzamos a calentar bajo la lluvia. Mientras calentábamos iban hablando del torneo de pádel que estaban organizando. Me ofrecieron participar pero va a ser que no me queda tiempo para más actividades y que los deportes de raqueta «no me llaman especialmente. Terminamos el calentamiento y comenzaron las repeticiones de mil. Óscar explicó en qué consistían y nos marcó a cada uno nuestro ritmo y la recuperación. Yo calculé mi ritmo y traté de controlar con las pulsaciones que se aproximara al ritmo objetivo. Las primeras dos vueltas iba «pasado de vueltas» y regulé para hacer bien el ejercicio. Al terminar nos mandó estirar y pa' casa. Tenía una sensación rara como de «¿Ya está? ¿Y esto es todo?». Más tarde lo comenté en Facebook y Óscar me contestó que esas eran las sensaciones con las que tendría que haber terminado, así que el ejercicio estaba bien hecho.

El jueves fui de nuevo a bajarme los pantalones delante de la enfermera. Esta vez se quedó pensativa y me dijo que probara en la piscina, que así sabría si los apósitos servían para nadar, que no me preocupara si se mojaba la herida y me dio otro apósito por si me despegaba el que llevaba puesto. Me dio instrucciones de cómo ponerlo y me fui con aire divertido pensando que iba a hacer de «khenejillo» de indias. Por la tarde fui a la piscina. La monitora me vaciló diciendo que no podía nadar con aquello en la rodilla. Le conté un poco de qué «iba la película» y tuve la clase normal donde nadé a crol, espalda, braza y mariposa. Al terminar la sesión, el apósito estaba en perfecto estado. ¡Ensayo concluído satisfactoriamente!
 

El viernes llegó la famosa «ciclogénesis explosiva generada por una profundización del centro de bajas presiones de la borrasca de más de 20 hectopascales en menos de 24 horas». Ganas de liarla. Los hectopascales son los milibares que todos conocemos y la ciclogénesis explosiva es una galerna de toda la vida. Vamos, que iba a llover mucho, a hacer mucho viento y que podría granizar. Ese mismo día decidí no participar en el medio maratón de Viana do Castelo. Sobre todo por los niños y por el riesgo de conducir tantos kilómetros en esas condiciones. Tampoco tengo la rodilla al 100% y no me sentía confiado con ella. Para compensar, el sábado tendría la oportunidad de hacer un rodaje en compañía de Nosportlimit (NSL). Siguiendo con la tónica de la semana, el viernes fue otro día de relax.




El sábado, en medio del temporal, fui al punto de encuentro. Antes de salir comprobé en Facebook y en el correo-e que no hubieran suspendido el rodaje. Si no aparecían, saldría solo. Llegué al punto de encuentro, a 300 metros de mi casa, y ya había gente allí. En unos minutos fueron llegando coches y nos juntamos un par de docenas de runners. Se hicieron dos grupos: uno para rodar 40' y otro para rodar 75'. Yo me pegué al de 75', encabezado por Ricardo NSL. Cuando oí los ritmosdel rodaje creí que estaba de coña: empezaríamos a 5'/km, para bajar a 4'40" y terminar a 4'20" o, quien quisiera, a 4'10". Estuve a punto de decirle que yo prefería salir a 3'30"/km e ir en progresión pero me callé oportunamente cuando descubrí que iba en serio. Salí con el grupo y comprobé que, efectivamente, rodábamos a 5'/km. A los 2 km, viendo cómo iban mis pulsaciones, me descolgué del grupo y fui a mi ritmo. Debí de bajar mucho la velocidad porque pronto me alcanzaron los del grupo de 40'. Óscar NSL me propuso ir con ellos y el resto del entreno fue mucho más agradable. Corriendo por el paseo de O Burgo vi una enorme rama desgajada de un árbol. Después me enteré que si hubiera ido con el otro grupo la hubiera visto romperse delante de mis narices. En el prado había cientos de gaviotas posadas, todas orientadas hacia el viento. Los patos y otras aves habituales de la ría también estaban en el prado, agrupadas por especie. Al llegar al puente del Pasaje dimos la vuelta. Yo iba hablando con Óscar NSL cuando oímos un crujido y, desde lo alto de un enorme árbol, cayó una rama que se estrelló unos metros por delante de nostros, seguida de una lluvia de pequeñas ramitas. El carril bici estaba inundado por tramos y por todas partes se veían hojas y ramitas caídas. De vez en cuando granizaba y yo agradecía la gorra que me protegía la cara. Casi de vuelta en el punto de salida, Óscar NSL preguntó quién quería seguir y quién quería volver. Yo preferí seguir, porque llevábamos menos de una hora. En total nos juntamos un grupo de 5 corredores para seguir con el entreno. Al poco me di cuenta de que yo iba delante, marcando ritmo y recorrido, y levanté el pedal para unirme al grupo. Comenzamos a charlar y, cuando llegamos a un punto determinado les dije que si dábamos la vuelta allí llegaríamos al punto de salida después de haber corrido 75'. Como todos preferían seguir (y yo también) continuamos corriendo. A 1 km del puente donde daríamos la vuelta comenté la distancia que nos quedaba y una chica decidió dar la vuelta. Con el día que hacía preferí dar la vuelta con ella. Fuimos charlando todo el camino. Al llegar a la zona del puente de O Burgo vimos que el viento había desplazado un par de metros uno de los WC químicos y que estaba en medio del paseo. Seguimos corriendo y terminamos el entreno con las manos doloridas por el frío. Estiramos protegidos del viento por un trailer y nos fuimos cada uno para su casa con 16 km más en nuestras piernas.


Hoy domingo también estoy de vago, escribiendo este post y esperando que me envíen el correo-e con la planificación para la semana que viene. La semana de relax ha terminado y mañana vuelvo a los entrenamientos planificados. Estoy pensando en hacer una prueba de esfuerzo. Me lo había comentado Ricardo NSL y le voy a decir que sí, que me voy a gastar los 100 euros para descartar lesiones cardiacas, para mi tranquilidad y la de mi familia.

sábado, 12 de enero de 2013

Fin de semana accidentado

Esta ha sido mi primera semana de entrenamiento con Nosportlimit. Ha sido una semanita intensa.


El lunes, para empezar, sesión de escaleras seguida de sesión de pesas. Había tantas cosas nuevas que tuve que llevar una libretita con los ritmos y los ejercicios que tenía que hacer porque mi memoria no daba para tanto. Las fui llevando más o menos. Lo más complicado fue subir los 22 escalones con los pies juntos. Al terminar, todo sudoroso, fui al gimnasio. Como no tenía ni idea de eso del trabajo de pesas al 60%, le había preguntado a Ricardo (mi entrenador) cómo calcularlo y me lo había explicado de una manera sencilla. Así que, armado con mi libretita y un lápiz, y vestido con ropa deportiva negra de running, de manga (y pierna) larga, un gorro y una braga en el cuello, entré en el gimnasio donde todos estaban vestiditos de fitness. TODAS las miradas se volvieron hacia mí. Saludé al monitor (es runner) y me dirigí a la máquina de cuádriceps. Hice lo que me había dicho Ricardo y calculé mi 1RM, que viene siendo una manera de calcular las repeticiones máximas que puedes hacer en unas condiciones concretas, y el peso que debía poner para hacer el ejercicio al 60%. Lo repetí con las demás máquinas y lo fui anotando en la libretita. Para entonces los demás ocupantes del gimnasio ya casi habían dejado de fijarse en mi y comencé la rutina de pesas sin el peso de las miradas. Tuve que ajustar algún kilo «a la baja» porque estoy muy flojucho pero terminé sin que mi dignidad se viera perjudicada. Lo que peor llevé fueron los ejercicios de brazos y de los gemelos, como me recordaron al día siguiente nuestras amigas las agujetas. En total estuve más de dos horas haciendo ejercicio.

El martes parecía un robot. Fui al curso de natación a seguir peleándome con la mariposa. La brazada costaba horrores pero la monitora no diferenció mucho mi torpeza habitual con la que tuve ese día.

El miércoles salí otra vez con la libretita, para hacer técnica de carrera. Creía que iba a ser más fácil que las escaleras pero terminé con la lengua afuera. Al terminar cada grupo de ejercicios, hacía unos sprint que eran observados con atención por un grupo de perros a los que sus amos habían dejado corretear sin correa. Por suerte, el sprint era corto y terminaba antes de llegar a la distancia crítica en que vendrían a por mí. Me tranquilizaba un poco que, al igual que yo, tuvieran la lengua fuera y movieran la cola. Bueno, yo no movía la cola. Quería decir...vale, que ya sabes lo que quería decir. Terminadas las series de técnica de carrera, rodé para «descalentar». Aunque fui por un camino alejado unos 30 metros de los perros, verme correr así fue demasiado para ellos, lo consideraron una provocación y vinieron todos a saludarme. Debía de ser todo un espectáculo. Un tipo corriendo, media docena de perros detrás y los dueños llamándolos a gritos. Por fin dejaron de seguirme y me dejaron seguir. Terminé los 10 minutos de trote y fui al gimnasio a hacer la rutina de pesas. Esta vez casi no llamé la atención mientras hacía mis ejercicios con la libretita en la mano. Claro que el gimansio estaba casi vacío porque era muy tarde y eso ayuda a pasar desapercibido. En total, pasé de las 2 horas y terminé a las 10 y pico de la noche.

El jueves volvía a tener curso de natación. Casi no tenía agujetas y me fue mejor.

El viernes tocaba descanso... relativo. Fui a clase de patinaje y estuve unso 45 minutos dándole a los patines. Cuando ya había terminado, vi que los niños y mi chica se habían quedado atrás. Volví a junto de ellos y, al llegar a su altura, me encontré en «ruta de colisión» con la familia. Los esquivé como pude pero me desequilibré y...¡tremenda culada! Dolió en el momento pero no fue grave. El brazo me quedó dolorido por tratar de amortiguar la caída con él. Cuando me levanté e iba hacia el coche, perdí de nuevo el equilibrio y.. ¡segunda culada! Esta vez caí medio de lado apoyándome en el mismo brazo, que llevó un impacto más fuerte que en la caída anterior. Me quedó dolorido a la altura del hombro. Del resto bien.

El sábado tocaron series de 1000 m. Bajo la lluvia y con 8º de temperatura, mis vecinos me pudieron ver parado, con el brazo estirado, esperando que el Fore cogiera los satélites. Calentamiento y comienzo con las series. Estaba terminando los primeros mil metros «a ritmo» cuando, de repente, al girar a la salida de un puntecillo de madera, mojado por la lluvia, mis tenis debieron de oler a una zapatilla en celo porque comenzaron a tirar en sentido contrario al que yo me dirigía. Claro, yo para un lado, ellos para otro y terminamos los 3 en el suelo sobre un lecho de gravilla y piedras. Noté un pequeño rasguño enla rodilla. Me acerqué a un charco y lavé la tierra de mi pierna con agua de lluvia. ¿Recuento de daños? ¡Ningún órgano vital dañado! Sigamos con el entrenamiento. Unos metros más adelante me crucé con una mujer que miró horrorizada a la mitad inferior de mi cuerpo. Bajo la mirada y veo que de la rodilla está manando sangre. Termino el segundo mil cerca de una gasolinera. Hago dos «cuestas» y, mientras recupero, me acerco a la gasolinera y me lavo la herida con el agua que siempre hay al lado del aire comprimido para hinchar las ruedas. Sigo con el entreno y termino con un trote de descalentamiento volviendo hacia casa. Me duché, lavé bien la herida con gel, le eché betadine, un apósito con una gasa y Fixomull Strecht (el mismo que uso para que no me sangren los pezones en las carreras largas) y salí «mangado» con los niños porque él tenía un cross en Haciadama 20 minutos más tarde. Corrió muy bien, quedando más o menos por la mitad. Después de correr le dieron un Aquarius que, como no le gusta, me lo tomé yo que no había bebido nada después de entrenar.


Hace un rato fui al centro de salud para que me hicieran una cura «profesional». La herida no estaba inflamada pero era muy fea, con unos profundos surcos en diagonal causados por las piedras. Me hicieron una cura, me pusieron la antitetánica (así ya no hay problema si me muerde un perro) y me dijeron que volviera mañana y el lunes a hacer otra cura.
 

Preferí no hacer un primer plano de la herida porque es un poco asquerosa y «fea».

Así que mañana no haré el entrenamiento programado para darle un día de reposo a la herida. El lunes, con herida o sin ella, volveré de nuevo «a la carga».

domingo, 6 de enero de 2013

Travesía Solidaria Liceo


El sábado 5 de enero no hizo un día de invierno especialmente duro. El cielo estaba despejado y, aunque soplaba un airecillo lavado, se podía disfrutar de una agradable mañana de invierno. A resguardo del viento, incluso se podía apreciar el calorcillo del sol. Claro que, si tus intenciones son participar en una travesía a nado por el puerto de A Coruña, el calorcillo del sol no te va a servir para mucho.

Y allí estaba yo, en el Náutico de A Coruña, con mi mochila a la espalda donde llevaba las gafas, el gorro, el traje de neopreno y una toalla, dispuesto a participar en la II Travesía Solidaria Solidaria Liceo La Paz. Llegaba tarde porque había necesitado sacar dinero en un cajero automático para pagar la inscripción y los dos primeros donde lo había intentado estaban estropeados. El tercero funcionó.

Con mis 5 euros en la mano, me acerqué a la mesa de inscripciones que estaba instalada bajo un inmenso cartel con una foto de Sofía Toro.

- ¿Estás federado?- me preguntó el hombre tras haber anotado mis datos en un portátil.
- En natación no. Estoy federado en triatlón- le contesté.
- Bueno ¿Qué club pongo?
- Pon Nosportlimit.

El hombre comenzó a escribir y asintió con la cabeza cuando encontró el nombre del club en su ordenador, lo que le evitaba la incómoda pregunta de "¿Puedes deletrearlo?". Miró a la mujer que tenía al lado y le dijo:

- 63

Una tercera mujer destapó un rotulador indeleble de color violeta y comenzó a marcarme en la muñeca el número que le habían indicado.

- Deberías haber escogido otro color para el rotulador - le dije-. Cuando salga del agua voy a tener la piel del mismo tono y no se va a poder ver el número.

La mujer se rió con la broma y me entregó una bolsa de color naranja con el número 63 para que dejara mi ropa mientras nadaba.

Me dirigí a los vestuarios y allí entablé conversación con un hombre que había dejado sus cosas al lado de las mías. Me dijo que se llamaba Manolo, que tenía 68 años y q era la segunda vez que se vestía con un neopreno. Algo así había sospechado yo cuando, unos instantes antes, me había preguntado cuál era el lado exterior del neopreno. Cuando vi lo que le estaba costando que ponerse las mangas del traje me ofrecí para echarle una mano para que se lo pusiera correctamente. El hombre me dio las gracias y, una vez pertrechados con nuestros trajes, bajamos juntos hasta la salida.

Desde la organización nos indicaron que nos dirigiéramos al final de un pantalán. Con el peso, el pantalán estaba medio hundido en el agua y un poco escorado. Me metí en el mar para introducir agua por el cuello del neopreno y que quedara bien ajustado. El agua estaba fría, 15 grados según me enteré más tarde. Ya no había vuelta atrás. Subí de nuevo al pantalán. Un grupo de valientes iban a nadar "a pelo" en pleno mes de enero en aguas del Atlántico. También había un hombre con gorro rojo, con orejas y cuernos de demonio, que no parecía tomárselo tan en serio como algunos. Me sorprendí al ver a unos cuantos nadadores en posición de competición, esperando a q sonara el disparo de salida. Allí había nivel y no sólo inconscientes e insensatos como yo.

¡Pam! La mayoría de los nadadores se lanzaron de cabeza y se pusieron a nadar a ritmo fuerte, como si les persiguiera un banco de pirañas. Yo esperé a que todos se hubieran tirado y entonces me tiré yo, con un estilo poco ortodoxo pero igual de eficaz que el de los demás. Se trataba de lanzarse al agua, ¿no? Comencé a nadar a ritmo suave. No había calentado y si no iba con cuidado lo iba a pagar. El agua estaba helada. Cada vez q sumergía la cara notaba los gélidos dedos del Atlántico acariciando mi rostro. Tampoco era una sensación desagradable.


Como no veía la boya, me iba guiando por los otros nadadores pero al poco rato la localicé. Primero creí que era "la" boya y que daríamos la vuelta pero pronto vi que el surfista que guiaba la cabeza de la prueba se seguía alejando por lo que comprendí que había que nadar un poco más. Me sentía un poco descoordinado. No estaba nadando bien: casi no movía los pies, no hacía bien la brazada y no llevaba "automatizados" los movimientos: mi técnica era horrible. Tenía la impresión de ir último pero giré la cabeza y me pareció ver a dos nadadores por detrás. Por fin regresé al pantalán de dónde había salido. Me preguntaron si estaba bien ( que sí lo estaba, que sólo habían sido 400 metros) y tomaron nota del número de mi muñeca. Salí del agua y me ofrecieron un Colacao, unas galletas y un Aquarius. Recogí mi bolsa y subí a ducharme. Al bajar ya cambiado, vi que habían publicado la clasificación y que había quedado en el puesto 15 entre 27 nadadores. ¡No me lo podía creer! Un poco más tarde la organización sorteó una cesta de Navidad que le tocó ¡al demonio! y que acudió a recogerla ataviado con su gorro rojo. Le aplaudimos mucho y nos fuimos cada uno para su casita.

Próxima parada: Medio Maratón de Viana do Castelo, el 20 de Enero.