sábado, 10 de diciembre de 2011

Somos como niños

¡Vaya resfriado que he pillado! Dolor de garganta, moquera, estornudos, ... Esta mañana, como parecía que estaba mejor, fui a nadar un rato a la piscina municipal. Y sí, dentro de mis limitaciones, nadé sin fatigarme más de lo habitual. Después estuve haciendo recados, aprovechando que la empresa donde trabajo hacía puente. Por la tarde, después de comer, me volvieron todos los síntomas. Hasta tenía los ojos un poco llorosos y la nariz empezaba a tomar un ligero color encarnado. En cuanto cayó la noche, me vestí con la malla corta, con una camiseta técnica de manga corta y salí a rodar un rato en la noche fría, bajo unos nubarrones amenazantes.

Sorprendentemente, me encontré muy bien. La rodilla está recuperada en un 90% y el resfriado remitió durante la hora que estuve corriendo. Respiraba bien y no notaba cansancio. La diferencia con un catarro de pecho, es que mi resfriado me congestiona las fosas nasales y me da dolor de garganta, pero los pulmones están libres de mucosidad. Incluso terminé el entreno con la segunda mitad un poquito más rápido que como lo empecé. No lo sé exacto porque fui sin crono ni GPS. El aire fresco le sentó de maravilla a mi garganta inflamada.

Creo que los corredores somos un poquito como niños que hacen lo que no se les permitía hacer de pequeños. Salimos a la calle enfermos, poco abrigados, de noche, por caminos mal iluminados, pisando charcos de agua o barro, nos gusta mojarnos cuando llueve y tampoco nos importa demasiado el granizo o la nieve. Llevamos calzado de marca que cuesta un pastón y que no llega a durarnos un año. Nuestras madres deben de estar escandalizadas por todo lo que hacemos. Menos mal que sólo se enteran de parte de nuestras locuras y que no llegan a saber del todo cómo llegamos a rozar la deshidratación, cuántas veces nos alcanza el agotamiento, cómo llegamos a sufrir de manera agónica en una carrera y cuántas veces apretamos los dientes y nos obligamos a seguir cuando el cuerpo dice basta. A lo mejor sí lo saben y piensan que qué han hecho mal para que hayamos salido así. Ojalá lo hagamos nosotros igual de mal con nuestros hijos.

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