El sábado me tocaba un entrenamiento que, a priori, me pareció sencillo. Eran 3 sprints de 30 segundos a intensidad máxima, reduciendo escalonadamente a media-baja y a intensidad baja (lo que el khenéfono llama «zona verde» y «zona azul»).
El primero fue muy sencillo. 30 segundos a tope y la recuperación. «Esto está chupado», pensé.
El segundo me costó un poquito más. Al reducir noté una pequeña molestia en el estómago. Aunque eran las diez y pico de la noche, lo achaqué a que, sin llegar a haberme dado una panzada, había tomado una comida consistente.
El tercero fue más complicado. Me costó acabar los 30 segundos. Reduje hasta la zona media-baja durante 3 minutos y después hasta la zona baja. Empezó a darme náusea. Seguí trotando suave, pero la náusea iba en aumento. Creí que iba a echar hasta la primera papilla. Pude controlar la náusea y no llegué a vomitar. Poco a poco fue pasando.
¡Joder, para el entrenamiento sencillo!
El primero fue muy sencillo. 30 segundos a tope y la recuperación. «Esto está chupado», pensé.
El segundo me costó un poquito más. Al reducir noté una pequeña molestia en el estómago. Aunque eran las diez y pico de la noche, lo achaqué a que, sin llegar a haberme dado una panzada, había tomado una comida consistente.
El tercero fue más complicado. Me costó acabar los 30 segundos. Reduje hasta la zona media-baja durante 3 minutos y después hasta la zona baja. Empezó a darme náusea. Seguí trotando suave, pero la náusea iba en aumento. Creí que iba a echar hasta la primera papilla. Pude controlar la náusea y no llegué a vomitar. Poco a poco fue pasando.
¡Joder, para el entrenamiento sencillo!
No hay comentarios:
Publicar un comentario