martes, 21 de junio de 2011

LA RODILLA, EL MEMBRILLO Y LA PIERNA DOMINANTE

Como la mayoría de los corredores, tengo una pierna dominante, que en mi caso es la pata derecha. 

Cuando corro, no llevo un ritmo fluido, sino que más bien es una mezcla entre Igor (de «El Jovencito Frankenstein») y Kenenisa Bekele. (¡Qué pasa! ¡Es mi blog, tengo un alarde de prepotencia y me comparo con quien quiero! XD  Ya sé que algunos me habéis visto correr y creéis que lo de compararme con Bekele no se ajusta del todo a la realidad pero...¿a quién vais a creer? ¿A vuestros ojos o a mí?). La primera vez que practiqué los «segundos saltos de triple» me di cuenta de que me costaba un egg hacerlos con la pierna izquierda. Supongo que son ejercicios para ayudar a reducir la lateralidad y que es muy importante hacerlos pero también supongo que no soy el único que se «salta» la técnica de carrera en los planes de entrenamiento. Al terminar los ejercicios de técnica, queda la sensación de como si no se hubiera entrenado. Unos saltitos, unas carreritas con zancadas raras y se acabó: la sensación de un día perdido, un día sin correr.  

Las series, en cambio, las hacemos sin plantearnos nada porque llegamos agotados a casa, empapados en sudor y satisfechos por haber rozado nuestros límites. Las endorfinas nos rebosan por los poros de la piel. Pero, si nos fijamos en un plan de entrenamientos para corredores populares, suele dedicarse únicamente un día a la semana a las series. Una semana haces repeticiones de 400 m. Otra, de 800 m. Habrá días de 1000, otros de 1500, de 2000, de 3000 de 4000 y de 5000. Incluso, poco antes del maratón hacemos 2 x 6000 para determinar nuestro ritmo de carrera. Y, ¿con una vez (dos, a lo más) que hacemos cada tipo de repeticiones es suficiente para obtener los beneficios de ese tipo de entrenamiento? Pienso que es más beneficioso seguir las indicaciones de Rodrigo Gavela cuando dice que lo más importante para un maratón es estar en buena forma física, llegar descansado a la salida y no equivocarse en el ritmo.

Sigo preocupado por mi rodilla. He leído que puede deberse a un problema de lumbares y me he decidido a comprar un libro al que hace tiempo le había echado el ojo. Se trata de «Quiero ser membrillo», de Alba Cons. El lunes empecé a seguir el plan de ejercicios. Son ejercicios muy sencillos, lleva poco tiempo hacerlos, están explicados con términos inteligibles (lo del «rabito óseo» me tiene fascinado) y están perfectamente temporalizados. He convencido a mi chica para que los haga conmigo y así será más fácil seguir el programa hasta el final.


Tanto si lo del membrillo me ayuda con la rodilla como si no lo hace y me queda cara de ídem, a mi espalda le va a sentar bien un poco de ejercicio específico y retrasar la evolución a Homo Oficinalensis. 

viernes, 17 de junio de 2011

Sobrepeso

Me he concienciado de que tengo sobrepeso. Hace algo más de dos semanas, mis rodillas comenzaron a darme la lata, sobre todo la izquierda. Me daba miedo salir a correr y que la cosa fuera a peor aunque, por otro lado, comenzaron a dolerme cuando llevaba quince días sin correr por lo que no era debido a una lesión deportiva. 

Analicé la situación y descubrí que el mayor problema estaba en una mala postura en el trabajo. Resuelto ese punto (cambié la postura, no es que haya dejado el trabajo), continué con el análisis de causas. Un día, medio acongojado u otra palabra que suena parecido, salí a trotar y me sentó bien. «Eso es bueno», pensé. Seguí analizando la situación. Sopesé la artritis pero no me cuadraban los síntomas. (Sí, ¿qué pasa?. Que uno ya tiene una edaaaad y piensa en todo) ¿Condromalacia rotuliana? Va a ser que no. Llamé a House y me dijo que tendría que hacerme una punción lumbar, y un TAC pero que probablemente sería lupus. Descarté a House. Como tampoco me dolía en la zona del menisco, descarté al susodicho. Vamos, que después de mucho pensar, me quedé como estaba, sin saber qué tenía. 

Aunque no pude identificar el problema, conocía su efecto (dolor en la rodilla), por lo que me puse a buscar la causa. Apliqué la navaja de Occam y casi me corto un dedo. ¿Lo más sencillo es lo más plausible? Pensé entonces en los dos factores que podrían haber desencadenado el problema. Que los músculos fueran perdiendo masa, era el primero. El segundo, que tenía sobrepeso. Bueno, pues vamos a solucionar los dos a la vez. Claro que quizá haya sido un análisis un poco arbitrario porque, ¿cuál es la solución común a ambos problemas? ¡Correr largas distancias a ritmo aeróbico! 

Como diría mi amigo Antonio: «¡Moooola!»

En el día de hoy peso 90 kilos y, para mi estatura, el índice de masa corporal es de 28,4. Hasta 30 no es obesidad pero lo recomendable es mantenerse entre 20 y 25. Claro que el principal motivo que me concienció de que debía bajar unos kilos fue esta imagen:




¿Lo has leido bien? ¿El último punto de la columna de la derecha? Sí, ese, el que dice: «Diminishing Sex Drive» ¡Disminución del deseo sexual! ¡¡¡Hay que bajar peso ya!!! 

No se trata de mejorar para correr mejor. Se trata de sentirme bien y de poder seguir corriendo muchos años. ¡Y de que no diminisha el sex drive ese!

Salud, kilómetros y ... sex drive ;-D

miércoles, 15 de junio de 2011

Efecto Trinquete

Hace poco leí que la inteligencia humana evoluciona y avanza gracias al denominado «efecto trinquete». Consiste en que lo que aprendemos nos sirve de base para adquirir nuevos conocimientos y que, aunque olvidemos cosas, después es mucho más fácil volverlas a aprender. 

Nuestra forma física también evoluciona mediante el mismo mecanismo. Podemos perder musculatura, resistencia física, «fuelle» pero, cuando volvemos a arrancar, no partimos de cero. Nuestras piernas saben cómo correr y nuestro cerebro nos dice cómo hacerlo, cómo regular, cómo progresar. Nuestro corazón y nuestros músculos no han perdido del todo la hipertrofia y las debilitadas fibras musculares son las mismas que resistieron los duros entrenamientos de hace unos meses. 


Puede ocurrir que nuestra memoria nos juegue una mala pasada y que el cuerpo nos pida más «caña» de lo que podemos/debemos tras un largo periodo en el dique seco. Pero las sensaciones nos ponen en nuestro lugar: las agujetas del primer día, el pecho que no «tira», el corazón que se desboca. En un par de días ya nos hemos regulado y volvemos a sentirnos corredores. Quizá con un poco de nostalgia de tiempos mejores pero con el conocimiento de qué debemos hacer para recuperar nuestro nivel. 

lunes, 13 de junio de 2011

Como decíamos ayer...

Hace buen tiempo para salir a correr. Todavía no ha llegado el calor del verano y en la calle hace una temperatura muy agradable, sobre todo por el norte de Galicia. Cuatro semanas de parada y hoy retomo los ¿entrenos?... Más bien cuatro semanas parado y hoy retomo los ¡trotes cochineros! Seis kilómetros de trote sin reloj ni gadgets. Un tipiño gordito trotando en medio de una marabunta de personas en plena operación bikini. Ahora sí que se cumple eso de «nunca correrás solo». Atrás han quedado los días de invierno, las noches frías y lluviosas, la soledad del corredor de fondo. Ahora es todo bullicio e ir esquivando gente. Tengo por delante dos meses de trotes veraniegos antes de ponerme con un plan de entrenos formal, allá por mediados de agosto.

Mi rodilla va mejor. Estuve quince días con dolor pero parece que lo único que necesitaba era darle un poco de movimiento. Me sentía desconcertado. No hacía ejercicio que la pudiera forzar y la rodilla, cada día, me dolía más. Al final «caí de la burra». Era un problema de ergonomía, una mala postura en el trabajo que hacía que forzara la rodilla. Cuanto más se debilitaban los músculos de la articulación, más me dolía. Evité la postura y parece que va mejor. No me atrevía a salir a correr por el temor a que la rodilla me dejara tirado. Hoy salí a correr. Ningún problema.

Creo que no voy a ir a ninguna carrera hasta el mes de agosto. Vamos a disfrutar de los trotecillos veraniegos que, para entrenar, prefiero la lluvia y días más frescos.