¡Cómo pasa el tiempo! Creía que habían pasado menos días desde la última vez que compartí en la red mi vida runneriana. Ahora estoy disfrutando de unos días de vacaciones con la familia y, a falta de dos semanas y media para el maratón de Madrid, me he llevado la ropa técnica y las zapas a tierras francesas.
Los horarios de comidas de aquí ayudan a encontrar un momento nocturno para correr. Los restaurantes cierran a las diez y lo habitual es cenar sobre las ocho. A las nueve y pico ya hemos cenado. Las calles están vacías y los monumentos escasamente iluminados (motivo por el cual no puedo acompañar este post de una foto mía junto a un monumento), no nos queda más remedio que volver al hotel. Mientras los niños y mi chica se toman un respiro del día, yo salgo a correr: un día sí, un día no.
El domingo entrené en Amboise, pueblecito situado a orillas del Loira. Salí del hotel y fui hasta el pueblo, recorriendo una distancia cuesta abajo de algo menos de dos kilómetros. En coche me parecía que era más lejos. Pasé por delante del castillo de Amboise, donde reposan los restos de Leonardo da Vinci y continué río arriba por la "rive gauche", es decir, por la margen izquierda. Cuando se acabó la acera di media vuelta y volví hasta el castillo. Allí crucé el puente sobre el Loira y me encaminé hacia la isla que se halla en medio del Loira. A mitad de puente, portando yo la camiseta del maratón de Madrid del año pasado, me crucé con tres personas. Una de ellas se quedó mirando mi camiseta y de repente, al cruzarme con ellos, comenzó a agitar los brazos y a gritar "¡Madrid, Madrid, Madriiiiid!". Sí, es cierto. Los españoles somos muy escandalosos. Di una vuelta por la isla y seguí por la "rive droit". ¡Exactamente! La margen derecha. Media vuelta y de nuevo al centro del pueblo. Terminé mi paseo nocturno por Amboise y regresé hacia el hotel. La pendiente se había convertido en una cuesta pero la subí bien. Los últimos metros me costaron un pelín más pero terminé mi entreno de 11 km y pico por tierras de la "Loire".
El martes salí a correr por Chartres. Esta vez el hotel estaba un poco más lejos de la ciudad, a unos 4 km. Fui siguiendo las baldosas amarillas... digoooooo... el carril bici que me llevó hasta el centro. Así como me iba acercando, veía aproximarse, recortadas contra la noche estrellada, las torres de la catedral. Las calles, al igual que en Amboise, estaban vacías. Sólo unos pocos locales permanecían abiertos. Claro que hay que tener en cuenta que es un día laboral y que estamos en semana santa. Llegué al centro y bordeé unas fuentes iluminadas con unas luces azules. Bajé hasta la estación del tren y volví a subir hasta la catedral. Estaba muy poco iluminada, así como su entorno, supongo que siguiendo la tendencia actual de ahorro energético. Callejeé un poco y volví hacia el hotel. Un par de personas me miraron con extrañeza, intentando leer qué ponía mi camiseta. Nada más que destacar. Enfilé de nuevo el carril bici y regresé al hotel, completando los 11 km. Allí me ventilé el botellín de Gatorade que llevaba en la mochila y que, al igual que en Amboise, había dejado durante el rodaje en la nevera de la habitación (el botellín, no la mochila).
18 días para el Maratón de Madrid. Diez meses con dolor de rodilla. El dolor, mientras corro, es soportable ergo sigo corriendo.
3 comentarios:
Disfruta de la ciudad de la luz.
Gracias por tus buenos deseos pero en esta ocasión evitamos pasar y pisar la ciudad de la luz. Ahora ya voy de vuelta. Hoy hice un rodaje por los terrenos de Futuroscope, cerca de Poitiers. Si Amboise y Chartres estaban solitarios, esto estaba desierto.
trevian.....animeeeee¡¡¡¡
ojordo
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