domingo, 13 de junio de 2010

¿TERRENO VARIADO? ¡TERRENO VARIADO!

Domingo. 11 de la mañana. Día nublado. Temperatura agradable. Situación idónea para un rodaje. El plan es 65 minutos de rodaje, con cuestas y bajadas por «terreno variado». ¿Terreno variado? ¿Tierra, hierba y asfalto? Bueno, cerca de casa hay una zona boscosa que no conozco demasiado. Forerunner activado y ¡en marcha!

Enfilo por la zona conocida y me aventuro más alla, dentro de lo desconocido. Descubro un bosque muy verde y húmedo, con senderos poco transitados, caminos embarrados, zarzas cortando el paso, cuestas empinadas y pendientes resbaladizas. A veces tomo una senda que se corta de repente y me obliga a volver sobre mis pasos. En un charco veo huellas de jabalíes. No está mal. El viernes me encontré con conejos y hoy podría tropezarme con un jabalí. Por lo que sé de los jabalíes, prefiero no tener ese «placer». En el suelo también veo huellas de herraduras, así como marcas de motos y de tractores.

Llego a una cuesta muy empinada. La respiración agitada y las piernas doloridas. No puedo subirla corriendo. ¡Casi no puedo subirla andando! Busco apoyos en el suelo y consigo llegar a la cima sin agarrarme a nada. Me encuentro con una planta muy curiosa. No llevo la cámara. En casa la busqué en internet y supe que era una Anthurus Archedi, una seta originaria de Tasmania e introducida en Europa a principios del siglo pasado. También encuentro dos huevos de la misma planta. Me recuerda los nidos de Alien, el 8º Pasajero.
Oigo unas motos. Bajo trotando con precaución y, al llegar a la altura de uno de los motoristas, oigo que me saluda llamándome por mi nombre. Era Luigi, un antiguo conocido y compañero de trabajo, que estaba haciendo motocross con un colega. Charlamos un rato y seguimos cada uno por nuestro camino.

Busco la civilización. Veo marcas que ponen PRG-17. Estoy en una ruta de senderismo. Me cruzo con otra persona con un perro. Era Luis, el carpintero. Nos saludamos y sigo corriendo. El pecho me arde con tanta cuesta y tanto esquivar zarzas (silvas, para los galegofalantes) y barro. Abandono las tierras incógnitas y vuelvo a la civilización. Llevo 50 minutos.

Alcanzo la carretera. La cruzo y me interno en una zona rural, con casas de campo, por donde intento llegar al paseo fluvial del río Mero. Voy, vuelvo, voy, vuelvo y no consigo encontrar el dichoso paso. Los perros ladran tras las alambradas. Vuelvo hacia la carretera. Un perro enorme ladra tras un murete al tiempo que me persigue. No le hago caso. De repente, un escalofrío. ¡El portalón está abierto! Allí una mujer está limpiando la entrada y el perro se cohibe de salir. ¡Glups!

Llevo 65 minutos. Es hora de volver a casa. Un trotecillo ligero, terminando con un sprint. Creo que se ha cumplido el objetivo. 70 minuto por ¡terreno variado!

sábado, 12 de junio de 2010

ESCUPIENDO MOSQUITOS

Mezclando un plan de medio maratón y otro de maratón completo, he planificado mis entrenos durante casi 5 meses. No es un batiburrillo de entrenos sino que primero sigo el plan de los 21 km y después empiezo el de los 42. Lo curioso es que se ha adaptado perfectamente a mis circunstancias de los próximos meses. Las semanas que me tocan 5 entrenos coinciden con las semanas que voy a estar solo en casa y las semanas que tocan 3 entrenos coinciden con las que voy a estar de viaje por vacaciones. Ha sido una agradable casualidad.

Ambos planes los he recogido del blog de Martín Fiz. El objetivo es el maratón de Oporto, el 7 de noviembre, como una especie de agradecimiento al patrocinador del club. Bueeeeno, vaaaale, lo hago porque me apetece correr un maratón en otoño sin el calor de abril.

Este viernes empecé a seguir el plan. Para empezar, una sesión de cuestas: 25 minutos de calentamiento, estiramientos y 12x100 metros en cuesta. Cerca de mi casa hay una cuesta bastante pronunciada que mide exactamente 100 metros. El calentamiento lo hice por tierra, por la margen derecha del río Mero. Ahí fue donde me encontré con las nubes de mosquitos. Cuando me preguntan por el recorrido del paseo por el río Mero siempre digo que hay que escapar del atardecer, por los mosquitos. Yo no hice caso de mis recomendaciones y me encontré escupiendo (literalmente) los minúsculos mosquitos de trataban de introducirse por los orificios de mi cara en dirección a mis pulmones. Los mosquitos son molestos pero de sabor insípido. Si los masticas bien te das cuenta de que no saben a nada. No son como las moscas, que tienen un sabor amargo (nunca tragué una mosca pero alguna se me ha metido en la boca). Es como los gusanos tostados, que sólo saben a la salsa que les pones. Las hormigas fritas dicen que tienen un sabor ligeramente picante. Sólo las he probado en el interior de una piruleta y no pude apreciar su sabor.

Ahora que se os han pasado las náuseas después de lo que he contado, continúo con el relato. Tras los 25 minutos de «aquecemento», estiré y comencé con las 12 repeticiones de la cuesta. Las hice sin forzar demasiado. Al llegar a la «cima», bajaba trotando suavemente. Algún viandante que se cruzaba conmigo me miraba como si yo estuviera chiflado. La verdad es que un poco sí que lo estoy, como todos nosotros. Las cuestas «costaba» subirlas y la última la hice a ritmo fuerte, aunque no a tope. Al terminar miré las pulsaciones por el método tradicional de la mano en la carótida: 192 PPM. Volví a casa trotando (5 minutillos). Las sensaciones fueron buenas. Una sesión exigente aunque no agotadora. El sábado toca descanso y el domingo rodaje (corto, comparándolo con los que hice para el Mapoma).

Punto y aparte. Como curiosidad, tengo un compañero nuevo en la empresa. El primer día se acerca a mí y me dice: «Así que tú eres khene». Por lo visto, un compañero (el único que conoce mi nick) se había ido de la lengua. Menos mal que no era ninguno de los montabroncas del foro, sino que es un correlega muy majo que escribe poco y lee mucho. Si terminan montando la carrera de las empresas en Ferrol, ya tengo «pareja de baile».