sábado, 31 de octubre de 2009

Kedada Reivindicativa en la Alameda de Santiago


El pasado jueves, atendiendo a la llamada de la selva... quiero decir, atendiendo a la llamada de los correlegas de Santiago, me fui a hacer un entreno a la Alameda. Al salir del curro, cogí el coche, autopista y en poco más de media hora ya estaba circulando por las calles compostelanas. Nada más llegar me adelantaron 3 furgones de la policía nacional con las sirenas puestas. Me parecía un poco exagerado que mandaran a los antidisturbios pero no venían a por nosotros porque siguieron hacia Noia.

Llegué al campus y busqué donde aparcar. Dejé el coche junto a las canchas de tenis y fui trotando hacia la zona de la kedada. Al poco me encontré con Marina y con Isa. Seguimos juntos y nos encontramos con un nutrido grupo de corredores haciendo sus cositas (o sea, corriendo). Había mucha gente corriendo pero no todos estaban por la convocatoria y ni se acercaron. Entre los asistentes estaba Pedro Nimo. Marina me presentó a Esther pero, como no me dijo el apellido, como que no la ubico (seguro que es una gran corredora). Había muchos viejos conocidos y, de los nuevos, estuve charlando gran rato con Ferraduro.

Corrí un rato junto a Moncho y a Arturo. A las nueve llegaron de «La Sexta», una reportera y una «cámara». Entrevistaron a Vicente y a Marina, nos hicieron correr en grupo unas cuantas veces y grabaron unos estiramientos. Vicente debía de ser demasiado alto para ellas porque le pidieron que se agachara para la entrevista. También grabaron el cartel reivindicativo. Algunos corredores hicieron más declaraciones e Iván se desahogó delante de las cámaras. También fuimos hasta las vallas y nos grabaron junto a ellas. Como los del ayuntamiento no daban venido a poner las vallas, a las diez y cuarto marché hacia el coche, trotando junto a Moncho y otro corredor que se identificó como Domarco. Al día siguiente me enteré que los del ayuntamiento aparecieron a las diez y media.

El domingo saldrá la noticia en «La Sexta», en el informativo de después de la Fórmula 1, y de nuevo en el informativo de la noche. La batalla está medio ganada.

jueves, 29 de octubre de 2009

NON Ó PECHE DA ALAMEDA DE SANTIAGO

CONVOCATORIA URXENTE: AVISO A TÓDOLOS CORREDORES

¡¡NON Ó PECHE DA ALAMEDA!!

HOXE Xoves (29/10) ás 21:00 horas na Alameda de Santiago de Compostela.

Reunión de corredores para unha reportaxe na televisón. Avisa a amigos, corredores, veciños... por unha Alameda aberta a tódolos usuarios.

Máis información

miércoles, 28 de octubre de 2009

Pensamientos sobre la Pedestre

  • Aunque intenté llegar a tiempo a la kedada, una vez más llegué tarde.
  • Después de ver al keniata calentando, lo vi haciendo un poco de skipping y aluciné todavía más.
  • Isa parece que ha rejuvenecido desde que le dejan correr de nuevo. Incluso está más guapa. Siempre he pensado que lo que más embellece el rostro de una mujer es una enorme sonrisa.
  • Me fui hasta los aseos con José María, a hacer el pis precarrera, y me sorprendió ver a todos usando las tazas mientras que los urinarios estaban vacíos. Yo usé un urinario, aunque me siento incómodo si hay gente deambulando por detrás. Los corredores somos tímidos.
  • Algunos no son tan tímidos. Cuando iba hacia la kedada vi a un corredor, en plena Praza do Obradoiro, meando contra los muros de la catedral. Me pareció una grosería. En otras circunstancias, ese hombre no habría hecho eso. Algunos creen que por participar en una carrera tienen permiso para mear en cualquier sitio. Si un policía le hubiera dicho algo, ¿qué hubiera contestado este hombre?: ¿«Estoy meando contra la catedral porque voy a participar en una carrera»?.
  • La diferencia de tiempo para hacer doce kilómetros entre mi mejor punto de forma y el peor (esta edición) son 8 minutos.
  • Óscar me enseñó su dorsal y yo lo miré sorprendido. Después me aclaró que era para que viera su nombre completo, porque yo sólo lo conocía por el apodo del foro.
  • Jotaeme es un puto crack. Con la espalda hecha polvo y sigue asistiendo a las carreras. Se merece una medalla por su esfuerzo, tesón y capacidad de sufrimiento.
  • Al subir la cuesta de Vite, saludé a Ángel pero creo que él no me reconoció, salvo cuando leyó mi nick en la espalda.
  • En la cuesta de Vite, los de la Escuela Naval de Marín nos adelantaron a mí y a una chica. Le dije a la chica: «Ten cuidado, que van salpicando testosterona». Ella se echó a reir y me dio la razón.
  • Al llegar a meta vi a una chica que llevaba en la camiseta escrito «MORSATOLA». Yo creía que el «Morsatola» del foro era un hombre pero, aún así le pregunté: «¿Escribes en Correr en Galicia?» Ella me contestó: «No, soy de Pontevedra» (no sé qué me habrá entendido)
  • Al pasar por el Campus Sur me fijé que, delante de los de la Escuela Naval, iba un hombre más bien talludito que llevaba una camiseta blanca con la silueta de una fragata en la espalda. Debajo ponía «Armada Española». Entendí que era el superior de los marineros y que les iba marcando el paso.
  • Esta vez descubrí que la mejor forma de salir de la Praza do Obradoiro es por la esquina que da a la Rúa do Vilar.
  • El día que haya un accidente, buscarán otra manera de entregar el botellín de agua y la camiseta a los corredores sin que haya tanto atasco. La mitad de la culpa también es de nosotros porque, cuando salimos de la cola, nos olvidamos de los que vienen detrás y vamos con toda la calma del mundo. Aún así, lo de «emborregarnos» allí no tiene nombre.
  • La medalla se la di a mi hija y la llevó colgada del cuello todo el día.
  • Me marché con prisa porque había quedado con la familia. Tampoco vi a muchos conocidos.
  • En el primer avituallamiento me dieron el botellín de agua cerrado. En la otra mano llevaba el cartel reivindicativo de la Alameda, por lo que la tuve que abrir con los dientes. La segunda vez me la dieron abierta.
  • ¿Qué les costará poner unos contenedores abiertos a 200 metros de los avituallamientos? Con tal de avisarlo, todos echaríamos los botellines dentro.
  • No vi a Óscar de Ourense. Al que sí vi, y con el que compartí prácticamente todo el camino, fue a Grimo.
  • Como no dieron nada de alimento sólido, me compré y devoré una napolitana de chocolate que me sentó de maravilla.
  • Aunque no dieran camiseta ni agua, seguiría yendo a la carrera. Es un lujo correr por las calles de Santiago. Eso sí, si no van a dar nada, que avisen para dejar una botella de Gatorade y algo de fruta en el coche.
  • lunes, 26 de octubre de 2009

    PEDESTRE DE SANTIAGO 2009


    Un año más, me esperaba el madrugón que no lo es (gracias al cambio de hora) para participar en «La Pedestre». El día antes había ido a buscar el dorsal y me había encontrado con Marina repartiendo los carteles reivindicativos sobre la Alameda y el derecho de los corredores compostelanos a disfrutar de ella por la noche. La propuesta tuvo mucho éxito y ahora la respuesta queda en manos de los responsables municipales.


    Mi familia, que al principio me acompañaban con ilusión a todas las carreras, no me acompañó en esta ocasión. No los culpo. Han alcanzado el nivel de saturación. Las circunstancias también han cambiado. Ya no quedamos con mi amigo Antonio y su familia para ir juntos a la carrera y después ir a comer. Creo que su familia también está saturada y él ya está en otro nivel.

    Tras recorrer en coche los 60 kilómetros que me separaban de Compostela, aparqué en el parking de San Clemente, a tan sólo unos metros de la catedral. Fui trotando por la Praza do Obradoiro hasta el lugar de la kedada. Durante unos metros, fui al rebufo de uno de los keniatas que iba calentando suavemente. La verdad es que parecen esculpidos con las proporciones perfectas para correr. Llegué al lugar de la kedada y, al primer vistazo, no vi a nadie. Al poco me encontré con José María. Siempre es una alegría encontrarte con los amigos. Pronto empecé a ver caras conocidas. Me alegré especialmente al encontrarme con Isa. Aún recuerdo cuando estaba desesperada porque el médico le había dicho que no podría volver a correr. Y ahí está, aguantando el tirón y dando guerra. Entre la marea de corredores calentando surgió el vecino del blog de al lado, Grimo. Tras el calentamiento al lado de Grimo y José María, me dirigí hacia la salida. Allí estaba Óscar junto con más gente conocida. Saludos, unas risas y nos fuimos colocando para la salida.

    ¡Pum!

    Dan la salida y comienza la tortura de ir oyendo a los cadetes de la Escuela Naval de Marín entonando sus cánticos marciales. La salida pica para arriba y yo voy atento al pulsómetro. Quería tener las pulsaciones controladas, sobre las 170 PPM. Tras una semana sin salir a correr y unos entrenamientos anteriores más bien escasos, mi forma física deja mucho que desear. A mi lado apareció Grimo y, metro adelante, metro atrás, fuimos juntos todo el trayecto.


    Aunque el sábado había estado lloviendo, el domingo nos ofreció una mañana soleada y fui disfrutando del recorrido por las calles compostelanas. Tras el paso por Vistalegre apareció la cuesta de Vite. Mi ritmo se ralentizó pero aún así no pude evitar que las pulsaciones llegaran a 180. En la subida saludé a Ezaqui, que estaba animando a todos los corredores. Poco a poco coroné la subida. Unos metros para bajar pulsaciones y comencé la progresión hasta meta. Comenzaban los sublimes momentos de correr por las empedradas y mojadas calles de Santiago, cuando descubres la razón de la popularidad de la carrera y comprendes que el esfuerzo ha valido la pena. La gente animaba entusiasmada y las piernas iban solas. Por fin, la catedral y la Praza do Obradoiro. Al entrar en la plaza, veo a unos metros la camiseta rayada de Grimo. Eché un sprint para alcanzarlo. Alguien gritó mi apodo dándome ánimos. Alcancé a Grimo y entramos juntos en la meta. Me apetecía compartir la llegada a meta con él, ya que habíamos hecho todo el camino juntos.


    Ahora comenzaba la cola para recoger la camiseta. La gente refunfuñaba y protestaba por tener que permanecer tanto tiempo sudados, enfriándonos y sin poder escapar de aquel desfiladero. Uno saltó una valla y se llevó un tremendo abucheo cuando se coló más adelante. Otro grupo siguió el mismo camino pero para marcharse de allí.


    Tras la media hora de espera me entregan una camiseta blanca, con un logo pequeño en el pecho y un botellín de agua. Busco una fruta o algo de comer y no veo nada. Tampoco vi que nadie llevara en la mano nada de comer. Saludé a unos amigos, a José María, a Carlos Manuel y a sus padres, a Vicente, a Marina y me marché de la plaza más singular de toda España, donde miles de corredores cada año tomamos al asalto.

    lunes, 19 de octubre de 2009

    Buenas noches

    El domingo es la Pedestre de Santiago y voy a ir con tan poco entrenamiento como es habitual en mí.

    El sábado estuve corriendo por el parque de Castrelos. Estaba en casa de mis padres donde mi madre estaba cocinando un cocido como sólo las madres saben hacer y, al filo de las dos de la tarde, le pregunté:«¿Falta mucho para la comida?» «Media hora», me contestó. «Pues me da tiempo para salir a correr un rato» Me vestí de corto y salí a trotar. Di un par de vueltas por el parque (un par quiere decir exactamente dos). La primera más lenta y la segunda más rápida. Cuando estaba terminado la segunda vuelta, me adelantó uno «de los que corren». Se me ocurrió la brillante idea de intentar aguantarle el ritmo y me puse a perseguirle. El ritmo se lo aguanté cien metros y luego vi como se alejaba mientras mi pecho pedía «papas». Después, trotecillo suave hasta casa de mamá dispuesto a zamparme el cocido.

    Hoy lunes salí a trotar un rato por O Burgo. Supongo que debido a la amenzaza del viento, los obreros estaban acelerando lo máximo posible el desmontaje del silo de la «Bunge», el que ardió durante varios meses y que estaba lleno de soja fermentada. Troté unos 5 kilómetros. Hacía una brisita fresca pero agradable. A la vuelta iba pensando en mis cosas y, cuando me di cuenta, iba corriendo lanzado. Me recordó cuando, hace años, intentaba buscar la manera de que el coche me consumiera menos. Lo curioso era que el coche consumía menos cuando lo conducía instintivamente, sin tratar de hacer conducción económica. Quizá con «esto del correr» suceda lo mismo.

    El domingo hay cambio de hora. A partir de ese día se hará de noche a las siete y media y tocará ineludiblemente entrenar de noche. Es lo que hay. Hace poco se acabó el verano y ahora llegan las lluvias y los entrenos nocturnos. Buenas noches.

    El Puente del Pilar

    El fin de semana del puente del 12 de octubre pasé tres gloriosos días en Oporto. El domingo por la noche, con la sana intención de tallar una muesca más en mis zapatillas, me vestí de corto y salí a correr un rato. Ya había cenado (y no había sido una cena demasiado frugal) pero me apetecía salir a correr un rato.

    Mi primera intención era ir hacia el norte, por el paseo de la playa, hacia el «Castelo do Queixo» pero no supe encontrar cómo llegar corriendo hasta allí. Mi hotel estaba en Vilanova de Gaia, y Oporto quedaba al otro lado del río. Intenté encontrar una acera que me llevara al puente de Arrábida pero no encontré una vía adecuada para peatones. O me ponía a correr por una carretera donde los coches iban a más de 100 km/h, o bajaba por un estrecho camino que descendía hacia el río. No es que tampoco tuviera mucha acera, pero los coches no iban tan rápido. Al final de la pendiente había un paseo que, pasando por delante de las cavas, me llevaba hasta el puente de Luis I.

    El paseo estaba bien iluminado, tanto con farolas como con luces en el suelo incrustadas en el paseo de madera. Pasito a pasito fui trotando por la solitaria orilla del Duero. Al llegar a la zona de las cavas había más animación. Me detuve a hacerme un par de fotos para dejar constancia de mi «hazaña» y crucé el puente de Luis I.


    Ya estaba en Oporto. Atravesé «A Baixa» entre las miradas de asombro de los turistas que se encontraban cenando en las abarrotadas terrazas de los restaurantes, seguí un poco más y di la vuelta. Otra vez por las terrazas, otra vez por las cavas y de nuevo hacia el solitario paseo. Uno de los pescadores que ya me habían visto pasar a la ida, me saludó y me dijo que «fuera con calma». Correspondí a su saludo y seguí corriendo.

    Llegué a la bajada por donde había llegado hasta allí. Entonces me di cuenta de que, por extraño que parezca, ¡¡¡se había convertido en una tremenda cuesta!!! ¡Glups! Comencé a subir y poco a poco fui descubriendo que esa cuesta era demasiado para mí. Los últimos 100 metros los tuve que hacer andando. Al llegar a la cima volví a correr y en unos minutos llegué al hotel.

    Total del recorrido: una hora. No tengo ni idea de mi ritmo ni los kilómetros recorridos. Sólo puedo decir que Oporto es una ciudad muy hermosa para recorrer de noche.

    jueves, 15 de octubre de 2009

    Alameda de Santiago, Abierta hasta las 23:00 h

    Los correlegas compostelanos piden que les dejen entrenar en la Alameda donde, desde hace unos meses, cierran para tratar de evitar el botellón. El proyecto consiste en realizar una acción más o menos masiva durante la participación en la Carrera Pedestre de Santiago. Para ellos, todo mi apoyo y mi cariño




    La idea es imprimir cada uno en su casa el cartel en formato A5 y colgarlo en la espalda con unos imperdibles como si fuera un dorsal. Aquí dejo el enlace para bajar el archivo.

    miércoles, 7 de octubre de 2009

    El tendón de Aquiles y el trabajo de oficina

    Creo que por fin he encontrado la causa de mi dolor en el tendón de Aquiles y, si tengo razón, no tiene nada que ver con los entrenamientos. Me he dado cuenta de que, cuando estoy sentado, echo las piernas para atrás, apoyo los pies sobre las patas de la silla y empujo un poco. Como consecuencia, los gemelos están en tensión y los tendones de Aquiles tirantes. Colocando los pies en la posición natural, los gemelos se relajan y dejan de forzar los tendones de Aquiles.

    A causa de mi trabajo, paso bastantes horas al día sentado, por lo que el tendón no mejora (o no mejoraba). Llevo un par de días intentando cambiar la postura (cuando me doy cuenta) y el dolor al presionar el tendón con los dedos ha disminuido muchísimo.

    Seguiremos informando.

    domingo, 4 de octubre de 2009

    XII Carrera Popular de Arteixo

    Supongo que hasta que pase el invierno va a ser difícil participar en una carrera con sol. Esta fue la primera de la temporada de lluvias, la primera de otoño, la primera de las últimas del año. La que marca el tránsito (de los entrenamientos con luz a los que indefectiblemente haré de noche) es la pedestre de Santiago, por lo del cambio de hora. Pero, para mí, la de Arteixo es la primera de otoño.


    Llovía en Arteixo cuando mi chica, mis niños y yo llegamos al Pabellón «Ponte dos Brozos». El chaval quiso participar en su categoría y fuimos juntos a recoger los dorsales. Troté un poquito a su lado para calentar pero enseguida llamaron a los peques a la salida. Después de la carrera de los peques me quedé a ver la de los «menos peques» en la que corría «corredorgalego», probablemente el forero más joven de «Correr en Galicia». Hice un par de fotos para mostrar el día que hacía y una voz conocida me asaltó desde atrás. Era Bardallas. Nos saludamos y nos hicimos una foto juntos.


    Poco después apareció Javiyl. Charlamos unos momentos con J. Carlos Tuñas, que iba como siempre preocupado de que todo saliera bien y teniendo unas palabras con todo el mundo. Tras la charla, hicimos un amago de calentamiento. Me encontré con Mandrágora, con el que también crucé unas palabras. De la organización nos llamaron a la salida donde me tropecé con un viejo conocido (cuyo nombre no recuerdo) que conocí en Donantes de Sangre (yo donando y él trabajando) y que hemos coincidido en varias carreras.

    Intenté irme hacia atrás para no estorbar pero había demasiado follón y decidí quedarme donde estaba. Éramos pocos pero la salida era compacta. En primera línea estaba Mijail Moriatov, corredor, violinista y forero de Correr en Galicia (éste es de los que corren mientras que otros trotamos). Tuñas dio las últimas indicaciones y sonó el pistoletazo de salida.

    Como llevaba muy pocos kilómetros en las piernas y esta semana sólo había salido a rodar un rato, decidí correr por pulsaciones para, por lo menos, llegar dignamente a la meta. Al salir desde tan adelante, me fueron pasando los conocidos a los que deseé buen viaje, mientras controlaba que las pulsaciones no se me dispararan. Paró de llover y salvo en algún momento que chispeó un poco, el tiempo aguantó durante toda la carrera. En el suelo iban quedando los dorsales que la lluvia había desprendido de los imperdibles. El mío, todavía iba bien sujeto en mi camiseta.

    En la cola de la carrera las cosas se toman con calma: gente trotando y charlando, otros hablando de política (local y nacional), uno más hablando con el móvil y preguntando si el niño ya se había despertado, ... Yo me fui fiando del pulsómetro durante los primeros siete kilómetros. El recorrido es muy rural, por carreteras estrechas y casas de campo. Prácticamente no había público mirando la carrera. Por lo menos, prácticamente nadie miraba la cola de la carrera. Llegué al avituallamiento con el dorsal en la mano (a mí también se me soltó) y tomé un trago de agua. Sólo quedaba una cuesta. La subí y comenzó mi segunda parte.

    Tal y como había planificado, tras pasar las cuestas comencé a apretar un poco. Adelanté a un par de corredores que ya iban cascados y vi a los lesionados que se habían retirado y que estaban esperando por el coche escoba. En la puerta de algunas casas, algunos ancianos nos miraban pasar, como quien ve caer la lluvia. Una mujer pasó llevando un montón de cascos de cerveza, ginebra, ron, etc. Le dije en broma que gracias pero que ya había tomado agua en el avituallamiento, a lo que me contestó con una sonrisa y unas palabras de aliento. Ya me encontraba más animado y dejé de prestarle atención al pulsómetro. Sobre todo cuando vi que en un momento alcanzaba las 193 ppm. El corazón bombeaba como podía y mi ritmo fue aumentando. Los primeros kilómetros los había hecho entre 5'30"/km y 6'/km. Los tres últimos entre 4'30"/km y 4'45"/km. De menos a más como mandan los cánones de los populares. A falta de un par de kilómetros adelanté a Javi. Un poco más tarde, por fin vi la meta. Delante de mí iba una mujer pero no me pareció muy elegante adelantarla en ese momento y mantuve el ritmo hasta la llegada. Allí estaba mi familia, esperándome y sonriendo. Entré en meta con el dorsal en la mano, sujetándolo contra el pecho, y la sonrisa en los labios. Recogí la fruta y el obsequio y fui a por una bebida. No habia agua por lo que bebí un poco de Coca Cola. Mi hijo quiso saber en qué puesto había llegado y fui a preguntar. Al decirnos la clasificación nos ofrecieron que se apuntara a las escuelas deportivas de atletismo de Arteixo, invitación que decliné por no vivir en la localidad. Cuando ya me marchaba en el coche, vi a un conocido metiendo sus cosas en el maletero. Le saludé con un «¡Hasta luego, Mijail!» pero no sé si me reconoció.

    Las clasificaciones ya están colgadas y casi bajé de la hora. El próximo año seguro que lo consigo.