El fin de semana del puente del 12 de octubre pasé tres gloriosos días en Oporto. El domingo por la noche, con la sana intención de tallar una muesca más en mis zapatillas, me vestí de corto y salí a correr un rato. Ya había cenado (y no había sido una cena demasiado frugal) pero me apetecía salir a correr un rato.
Mi primera intención era ir hacia el norte, por el paseo de la playa, hacia el «Castelo do Queixo» pero no supe encontrar cómo llegar corriendo hasta allí. Mi hotel estaba en Vilanova de Gaia, y Oporto quedaba al otro lado del río. Intenté encontrar una acera que me llevara al puente de Arrábida pero no encontré una vía adecuada para peatones. O me ponía a correr por una carretera donde los coches iban a más de 100 km/h, o bajaba por un estrecho camino que descendía hacia el río. No es que tampoco tuviera mucha acera, pero los coches no iban tan rápido. Al final de la pendiente había un paseo que, pasando por delante de las cavas, me llevaba hasta el puente de Luis I.
El paseo estaba bien iluminado, tanto con farolas como con luces en el suelo incrustadas en el paseo de madera. Pasito a pasito fui trotando por la solitaria orilla del Duero. Al llegar a la zona de las cavas había más animación. Me detuve a hacerme un par de fotos para dejar constancia de mi «hazaña» y crucé el puente de Luis I.
Ya estaba en Oporto. Atravesé «A Baixa» entre las miradas de asombro de los turistas que se encontraban cenando en las abarrotadas terrazas de los restaurantes, seguí un poco más y di la vuelta. Otra vez por las terrazas, otra vez por las cavas y de nuevo hacia el solitario paseo. Uno de los pescadores que ya me habían visto pasar a la ida, me saludó y me dijo que «fuera con calma». Correspondí a su saludo y seguí corriendo.
Llegué a la bajada por donde había llegado hasta allí. Entonces me di cuenta de que, por extraño que parezca, ¡¡¡se había convertido en una tremenda cuesta!!! ¡Glups! Comencé a subir y poco a poco fui descubriendo que esa cuesta era demasiado para mí. Los últimos 100 metros los tuve que hacer andando. Al llegar a la cima volví a correr y en unos minutos llegué al hotel.
Total del recorrido: una hora. No tengo ni idea de mi ritmo ni los kilómetros recorridos. Sólo puedo decir que Oporto es una ciudad muy hermosa para recorrer de noche.
Mi primera intención era ir hacia el norte, por el paseo de la playa, hacia el «Castelo do Queixo» pero no supe encontrar cómo llegar corriendo hasta allí. Mi hotel estaba en Vilanova de Gaia, y Oporto quedaba al otro lado del río. Intenté encontrar una acera que me llevara al puente de Arrábida pero no encontré una vía adecuada para peatones. O me ponía a correr por una carretera donde los coches iban a más de 100 km/h, o bajaba por un estrecho camino que descendía hacia el río. No es que tampoco tuviera mucha acera, pero los coches no iban tan rápido. Al final de la pendiente había un paseo que, pasando por delante de las cavas, me llevaba hasta el puente de Luis I.
El paseo estaba bien iluminado, tanto con farolas como con luces en el suelo incrustadas en el paseo de madera. Pasito a pasito fui trotando por la solitaria orilla del Duero. Al llegar a la zona de las cavas había más animación. Me detuve a hacerme un par de fotos para dejar constancia de mi «hazaña» y crucé el puente de Luis I.
Ya estaba en Oporto. Atravesé «A Baixa» entre las miradas de asombro de los turistas que se encontraban cenando en las abarrotadas terrazas de los restaurantes, seguí un poco más y di la vuelta. Otra vez por las terrazas, otra vez por las cavas y de nuevo hacia el solitario paseo. Uno de los pescadores que ya me habían visto pasar a la ida, me saludó y me dijo que «fuera con calma». Correspondí a su saludo y seguí corriendo.
Llegué a la bajada por donde había llegado hasta allí. Entonces me di cuenta de que, por extraño que parezca, ¡¡¡se había convertido en una tremenda cuesta!!! ¡Glups! Comencé a subir y poco a poco fui descubriendo que esa cuesta era demasiado para mí. Los últimos 100 metros los tuve que hacer andando. Al llegar a la cima volví a correr y en unos minutos llegué al hotel.
Total del recorrido: una hora. No tengo ni idea de mi ritmo ni los kilómetros recorridos. Sólo puedo decir que Oporto es una ciudad muy hermosa para recorrer de noche.
1 comentario:
Tomo nota... pero eu penso ir a correr de día... e de noite a refrescar un pouco a gorxa con algo de "cerveja de pressao". ¡Ta bom!
Unha aperta, meu.
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