Llega el fin de semana y khene, que de lunes a viernes no pudo salir a entrenar más que un día, se pone las lentillas, se enfunda en sus ropas técnicas, se calza sus Nike Pegasus, se acopla el khenéfono, se pone en la muñeca el Forerunner 405, una gorra en la cabeza y sale a correr. Ha sucedido la transformación. El gordito calvo ha vuelto a convertirse en «El Guerrero del Fin de Semana».
Sale a la calle y realiza unos ejercicos de movilidad articular mientras el «Fore» localiza los satélites. Entonces empieza a correr. Las pulsaciones se disparan y tiene que bajar el ritmo. Al poco se estabiliza. Sigue rodando mientras piensa que no ha perdido mucho de forma física. Tampoco hay mucho que se pueda perder.
Tres kilómetros, cuatro, aumenta el ritmo por petición expresa de la voz dura y exigente de la chica del khenéfono. Las pulsaciones se vuelven a disparar más allá del rango previsto. Baja otra vez el ritmo. El cuerpo exige volver al sedentarismo pero el Guerrero reclama venganza por los días perdidos. Seis kilómetros, siete. El ritmo desciende porque las piernas ya no pueden más. Ocho kilómetros. Suena el pitido del khenéfono y una dulce y melodiosa voz femenina dice que hay que rodar suave hasta terminar. El cuerpo sonríe con su victoria. El Guerrero resopla. Nueve, diez kilómetros. El khenéfono dicta el fin del entrenamiento. Todavía faltan 500 metros hasta casa. 400, 300, progresivo hasta lo que den las piernas. El Guerrero del Fin de Semana se siente volar. De nuevo trote, 200, 100, último progresivo, a ver hasta donde se puede llegar, a tope, un poquito más.
El Guerrero por fin llega al portal del edificio. Sube a casa y se dirige a la nevera donde le espera la botella de Gatorade. Bebe y estira los cuádriceps, gemelos, psoas, isquiotibiales, cintillas iliotibiales y piramidales. Se quita la camiseta empapada y se pone otra de algodón mientras espera a parar de sudar antes de ir a la ducha. El ordenador ya estaba encendido. Deja el Fore al alcance de la señal de radio de Garmin y conecta el khenéfono al USB. Los datos se descargan y el Guerrero observa complacido los registros. Sólo entonces se va a la ducha. Al salir, se viste con un vaquero y una camiseta de manga larga. Y el Guerrero desaparece y vuelve a aparecer Paco, un señor calvo y gordito que ha salido a correr un rato y que está pensando en tomar una isotónica de lúpulo y una tapita antes de comer.
It's my life
Sale a la calle y realiza unos ejercicos de movilidad articular mientras el «Fore» localiza los satélites. Entonces empieza a correr. Las pulsaciones se disparan y tiene que bajar el ritmo. Al poco se estabiliza. Sigue rodando mientras piensa que no ha perdido mucho de forma física. Tampoco hay mucho que se pueda perder.
Tres kilómetros, cuatro, aumenta el ritmo por petición expresa de la voz dura y exigente de la chica del khenéfono. Las pulsaciones se vuelven a disparar más allá del rango previsto. Baja otra vez el ritmo. El cuerpo exige volver al sedentarismo pero el Guerrero reclama venganza por los días perdidos. Seis kilómetros, siete. El ritmo desciende porque las piernas ya no pueden más. Ocho kilómetros. Suena el pitido del khenéfono y una dulce y melodiosa voz femenina dice que hay que rodar suave hasta terminar. El cuerpo sonríe con su victoria. El Guerrero resopla. Nueve, diez kilómetros. El khenéfono dicta el fin del entrenamiento. Todavía faltan 500 metros hasta casa. 400, 300, progresivo hasta lo que den las piernas. El Guerrero del Fin de Semana se siente volar. De nuevo trote, 200, 100, último progresivo, a ver hasta donde se puede llegar, a tope, un poquito más.
El Guerrero por fin llega al portal del edificio. Sube a casa y se dirige a la nevera donde le espera la botella de Gatorade. Bebe y estira los cuádriceps, gemelos, psoas, isquiotibiales, cintillas iliotibiales y piramidales. Se quita la camiseta empapada y se pone otra de algodón mientras espera a parar de sudar antes de ir a la ducha. El ordenador ya estaba encendido. Deja el Fore al alcance de la señal de radio de Garmin y conecta el khenéfono al USB. Los datos se descargan y el Guerrero observa complacido los registros. Sólo entonces se va a la ducha. Al salir, se viste con un vaquero y una camiseta de manga larga. Y el Guerrero desaparece y vuelve a aparecer Paco, un señor calvo y gordito que ha salido a correr un rato y que está pensando en tomar una isotónica de lúpulo y una tapita antes de comer.
It's my life
4 comentarios:
Quien es Paco? Sólo conozco al "Guerrero". Buena entrada, me ha hecho sonreir.
Yo también he sonreído leyendo esta entrada taaaaan tuya no porque la hayas contado muchas veces sino porque tiene ese sentido del humor con un ligero toque autocrítico que tanto te gusta.
Don`t worry, be happy! Vendrán tiempos mejores, ya lo verás. Nos vemos pronto.
No se quien me da más miedo si uno o el otro. Un abrazo.
jeje buena entrada, me la habia perdido....
pd.- el guerrero siempre esta dentro, adormilado, pero dentro.
o acaso al ver una ruta , un recorrido, el corazon de ese guerrero no empieza a latir con fuerza, como queriendo salir a correr?
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