He perdido el khenéfono. Su nombre técnico era Samsung F-110 MiCoach pero para mí era mi khenéfono, el móvil que llevaba a las carreras, el que me acompañaba durante los entrenos, el que se mojó conmigo bajo la lluvia, el que me entretenía con su música durante los largos entrenos de maratón, donde habitaba la voz (a veces dulce, a veces imperiosa) que me marcaba el ritmo de los entrenamientos. Hace unos meses lo había liberado de la esclavitud de las permanencias obteniendo su libertad y cambiando el operador por otro de mejor cobertura en mi casa.
Corrimos juntos los casi 10 km de la Pedestre de Baiona, bien protegidito dentro de un brazalete de Nike. Y cuando, tras la carrera, lo apoyé un momento para cambiarme la camiseta sudada por la que me habían entregado de recuerdo, me olvidé de cogerlo, o me cayó camino del coche o yo que sé. El hecho es que ya no lo tengo. Busqué por todas partes, incluso dentro de las papeleras. Llamé un ciento de veces por si estaba en el bolsillo de algún alma caritativa. Pregunté a la organización, a la gente que había por allí, a la chica de la caseta de información turística, al encargado del parking, a la policía. También escribí un mensaje en el foro de Correr en Galicia. En todas partes el mismo resultado: nada de nada.
Casi nunca lo usaba para llamar. Lo llevaba a los entrenos por si tenía algún incidente, lloviera o hiciera sol. Era ligero y bastante estanco. Ahora me toca buscarle sustituto. El rey ha muerto. Larga vida al rey.