domingo, 20 de enero de 2013

SEMANA DE RELAX

Esta semana fue de relax. El domingo fui al centro de salud a que me hicieran curas en la rodilla y coincidieron con lo que me habían dicho el día anterior: «Es una herida muy fea». Supongo que todas las heridas son feas porque no me imagino a una enfermera diciendo «¡Qué herida más chula tienes! ¡Es preciosa! ¡Es la herida más bonita que he visto en mi vida! ¡Voy a hacerme una igual porque me encanta!». El hecho es que me hizo la cura y me dijo que lo importante es mantenerla limpia, que antes de ir a que me hagan curas que la lavara bien y que la frotara ¡¡¡con un cepillo de uñas!!! Busqué con la mirada en qué lugar de la enfermería se había dejado la buena de la mujer la botella de ron pero no la encontré. Ya puestos, me podría haber dicho que frotara la herida con un cepillo de cerdas o con un Nanas. Ese día no salí a correr. Fue un día de relax.
 
Al día siguiente (lunes) fui a la enfermería a que mi enfermera me hiciera la cura. Me miró la herida y coincidió en que era fea ¡Vaya por Dios! Le pondré unos lacitos o algo, no se me vaya a acomplejar la herida. Después de hacer la cura con  muchísimo más cuidado que las dos veces anteriores, me puso un apósito húmedo. Consiste en un apósito cubierto por un film adhesivo y muy elástico, como si fuera de goma. Primero me rasuró la zona (y bien que se lo agradezco) y me lo colocó mientras me decía que me puedo duchar con él puesto. Le pregunté acerca de correr y me dice que, si no me molesta, que por qué no ¿Y nadar? Uy, eso ya es otro cantar. El apósito soporta la ducha pero estar más de media hora en piscina... Vale, pues otro día de relax.
 
El martes tocaba piscina. Había pensado en acercarme al gimnasio a hacer unas pesas pero, entre que todavía me dolía la vacuna antitetánica que me habían inoculado en el deltoides (eso me había dicho la enfermera que me la administró cuando le pregunté hasta dónde me remangaba. Que me la iba a poner «en el deltoides». En el momento no recordaba muy bien donde quedaba porque no es un músculo que estire ni un lugar donde me haya lesionado, que son los músculos de mi cuerpo que conozco. Por descarte, deduje donde quedaba y evité mostrar mi ignorancia). La herida me dolía y si, de los 6 ejercicios de pesas, no puedo hacer 4, mejor me quedo en casa. Un día más de relax.

El miércoles tocaban series de 1000 metros o sesión presencial en los alrededores de la Torre de Hércules. Con el permiso de mi enfermera y la curiosidad de un gato, me dirigí a «la torre» a ver qué era eso de la «sesión presencial». Por si acaso, llevé conmigo la pulsera naranja de Nosportlimit. Fue fácil encontrarlos y Óscar, el entrenador, se acordaba de mí aunque sólo nos habíamos visto una vez. Me presentó a los compañeros de entreno, que me recibieron muy bien y comenzamos a calentar bajo la lluvia. Mientras calentábamos iban hablando del torneo de pádel que estaban organizando. Me ofrecieron participar pero va a ser que no me queda tiempo para más actividades y que los deportes de raqueta «no me llaman especialmente. Terminamos el calentamiento y comenzaron las repeticiones de mil. Óscar explicó en qué consistían y nos marcó a cada uno nuestro ritmo y la recuperación. Yo calculé mi ritmo y traté de controlar con las pulsaciones que se aproximara al ritmo objetivo. Las primeras dos vueltas iba «pasado de vueltas» y regulé para hacer bien el ejercicio. Al terminar nos mandó estirar y pa' casa. Tenía una sensación rara como de «¿Ya está? ¿Y esto es todo?». Más tarde lo comenté en Facebook y Óscar me contestó que esas eran las sensaciones con las que tendría que haber terminado, así que el ejercicio estaba bien hecho.

El jueves fui de nuevo a bajarme los pantalones delante de la enfermera. Esta vez se quedó pensativa y me dijo que probara en la piscina, que así sabría si los apósitos servían para nadar, que no me preocupara si se mojaba la herida y me dio otro apósito por si me despegaba el que llevaba puesto. Me dio instrucciones de cómo ponerlo y me fui con aire divertido pensando que iba a hacer de «khenejillo» de indias. Por la tarde fui a la piscina. La monitora me vaciló diciendo que no podía nadar con aquello en la rodilla. Le conté un poco de qué «iba la película» y tuve la clase normal donde nadé a crol, espalda, braza y mariposa. Al terminar la sesión, el apósito estaba en perfecto estado. ¡Ensayo concluído satisfactoriamente!
 

El viernes llegó la famosa «ciclogénesis explosiva generada por una profundización del centro de bajas presiones de la borrasca de más de 20 hectopascales en menos de 24 horas». Ganas de liarla. Los hectopascales son los milibares que todos conocemos y la ciclogénesis explosiva es una galerna de toda la vida. Vamos, que iba a llover mucho, a hacer mucho viento y que podría granizar. Ese mismo día decidí no participar en el medio maratón de Viana do Castelo. Sobre todo por los niños y por el riesgo de conducir tantos kilómetros en esas condiciones. Tampoco tengo la rodilla al 100% y no me sentía confiado con ella. Para compensar, el sábado tendría la oportunidad de hacer un rodaje en compañía de Nosportlimit (NSL). Siguiendo con la tónica de la semana, el viernes fue otro día de relax.




El sábado, en medio del temporal, fui al punto de encuentro. Antes de salir comprobé en Facebook y en el correo-e que no hubieran suspendido el rodaje. Si no aparecían, saldría solo. Llegué al punto de encuentro, a 300 metros de mi casa, y ya había gente allí. En unos minutos fueron llegando coches y nos juntamos un par de docenas de runners. Se hicieron dos grupos: uno para rodar 40' y otro para rodar 75'. Yo me pegué al de 75', encabezado por Ricardo NSL. Cuando oí los ritmosdel rodaje creí que estaba de coña: empezaríamos a 5'/km, para bajar a 4'40" y terminar a 4'20" o, quien quisiera, a 4'10". Estuve a punto de decirle que yo prefería salir a 3'30"/km e ir en progresión pero me callé oportunamente cuando descubrí que iba en serio. Salí con el grupo y comprobé que, efectivamente, rodábamos a 5'/km. A los 2 km, viendo cómo iban mis pulsaciones, me descolgué del grupo y fui a mi ritmo. Debí de bajar mucho la velocidad porque pronto me alcanzaron los del grupo de 40'. Óscar NSL me propuso ir con ellos y el resto del entreno fue mucho más agradable. Corriendo por el paseo de O Burgo vi una enorme rama desgajada de un árbol. Después me enteré que si hubiera ido con el otro grupo la hubiera visto romperse delante de mis narices. En el prado había cientos de gaviotas posadas, todas orientadas hacia el viento. Los patos y otras aves habituales de la ría también estaban en el prado, agrupadas por especie. Al llegar al puente del Pasaje dimos la vuelta. Yo iba hablando con Óscar NSL cuando oímos un crujido y, desde lo alto de un enorme árbol, cayó una rama que se estrelló unos metros por delante de nostros, seguida de una lluvia de pequeñas ramitas. El carril bici estaba inundado por tramos y por todas partes se veían hojas y ramitas caídas. De vez en cuando granizaba y yo agradecía la gorra que me protegía la cara. Casi de vuelta en el punto de salida, Óscar NSL preguntó quién quería seguir y quién quería volver. Yo preferí seguir, porque llevábamos menos de una hora. En total nos juntamos un grupo de 5 corredores para seguir con el entreno. Al poco me di cuenta de que yo iba delante, marcando ritmo y recorrido, y levanté el pedal para unirme al grupo. Comenzamos a charlar y, cuando llegamos a un punto determinado les dije que si dábamos la vuelta allí llegaríamos al punto de salida después de haber corrido 75'. Como todos preferían seguir (y yo también) continuamos corriendo. A 1 km del puente donde daríamos la vuelta comenté la distancia que nos quedaba y una chica decidió dar la vuelta. Con el día que hacía preferí dar la vuelta con ella. Fuimos charlando todo el camino. Al llegar a la zona del puente de O Burgo vimos que el viento había desplazado un par de metros uno de los WC químicos y que estaba en medio del paseo. Seguimos corriendo y terminamos el entreno con las manos doloridas por el frío. Estiramos protegidos del viento por un trailer y nos fuimos cada uno para su casa con 16 km más en nuestras piernas.


Hoy domingo también estoy de vago, escribiendo este post y esperando que me envíen el correo-e con la planificación para la semana que viene. La semana de relax ha terminado y mañana vuelvo a los entrenamientos planificados. Estoy pensando en hacer una prueba de esfuerzo. Me lo había comentado Ricardo NSL y le voy a decir que sí, que me voy a gastar los 100 euros para descartar lesiones cardiacas, para mi tranquilidad y la de mi familia.

sábado, 12 de enero de 2013

Fin de semana accidentado

Esta ha sido mi primera semana de entrenamiento con Nosportlimit. Ha sido una semanita intensa.


El lunes, para empezar, sesión de escaleras seguida de sesión de pesas. Había tantas cosas nuevas que tuve que llevar una libretita con los ritmos y los ejercicios que tenía que hacer porque mi memoria no daba para tanto. Las fui llevando más o menos. Lo más complicado fue subir los 22 escalones con los pies juntos. Al terminar, todo sudoroso, fui al gimnasio. Como no tenía ni idea de eso del trabajo de pesas al 60%, le había preguntado a Ricardo (mi entrenador) cómo calcularlo y me lo había explicado de una manera sencilla. Así que, armado con mi libretita y un lápiz, y vestido con ropa deportiva negra de running, de manga (y pierna) larga, un gorro y una braga en el cuello, entré en el gimnasio donde todos estaban vestiditos de fitness. TODAS las miradas se volvieron hacia mí. Saludé al monitor (es runner) y me dirigí a la máquina de cuádriceps. Hice lo que me había dicho Ricardo y calculé mi 1RM, que viene siendo una manera de calcular las repeticiones máximas que puedes hacer en unas condiciones concretas, y el peso que debía poner para hacer el ejercicio al 60%. Lo repetí con las demás máquinas y lo fui anotando en la libretita. Para entonces los demás ocupantes del gimnasio ya casi habían dejado de fijarse en mi y comencé la rutina de pesas sin el peso de las miradas. Tuve que ajustar algún kilo «a la baja» porque estoy muy flojucho pero terminé sin que mi dignidad se viera perjudicada. Lo que peor llevé fueron los ejercicios de brazos y de los gemelos, como me recordaron al día siguiente nuestras amigas las agujetas. En total estuve más de dos horas haciendo ejercicio.

El martes parecía un robot. Fui al curso de natación a seguir peleándome con la mariposa. La brazada costaba horrores pero la monitora no diferenció mucho mi torpeza habitual con la que tuve ese día.

El miércoles salí otra vez con la libretita, para hacer técnica de carrera. Creía que iba a ser más fácil que las escaleras pero terminé con la lengua afuera. Al terminar cada grupo de ejercicios, hacía unos sprint que eran observados con atención por un grupo de perros a los que sus amos habían dejado corretear sin correa. Por suerte, el sprint era corto y terminaba antes de llegar a la distancia crítica en que vendrían a por mí. Me tranquilizaba un poco que, al igual que yo, tuvieran la lengua fuera y movieran la cola. Bueno, yo no movía la cola. Quería decir...vale, que ya sabes lo que quería decir. Terminadas las series de técnica de carrera, rodé para «descalentar». Aunque fui por un camino alejado unos 30 metros de los perros, verme correr así fue demasiado para ellos, lo consideraron una provocación y vinieron todos a saludarme. Debía de ser todo un espectáculo. Un tipo corriendo, media docena de perros detrás y los dueños llamándolos a gritos. Por fin dejaron de seguirme y me dejaron seguir. Terminé los 10 minutos de trote y fui al gimnasio a hacer la rutina de pesas. Esta vez casi no llamé la atención mientras hacía mis ejercicios con la libretita en la mano. Claro que el gimansio estaba casi vacío porque era muy tarde y eso ayuda a pasar desapercibido. En total, pasé de las 2 horas y terminé a las 10 y pico de la noche.

El jueves volvía a tener curso de natación. Casi no tenía agujetas y me fue mejor.

El viernes tocaba descanso... relativo. Fui a clase de patinaje y estuve unso 45 minutos dándole a los patines. Cuando ya había terminado, vi que los niños y mi chica se habían quedado atrás. Volví a junto de ellos y, al llegar a su altura, me encontré en «ruta de colisión» con la familia. Los esquivé como pude pero me desequilibré y...¡tremenda culada! Dolió en el momento pero no fue grave. El brazo me quedó dolorido por tratar de amortiguar la caída con él. Cuando me levanté e iba hacia el coche, perdí de nuevo el equilibrio y.. ¡segunda culada! Esta vez caí medio de lado apoyándome en el mismo brazo, que llevó un impacto más fuerte que en la caída anterior. Me quedó dolorido a la altura del hombro. Del resto bien.

El sábado tocaron series de 1000 m. Bajo la lluvia y con 8º de temperatura, mis vecinos me pudieron ver parado, con el brazo estirado, esperando que el Fore cogiera los satélites. Calentamiento y comienzo con las series. Estaba terminando los primeros mil metros «a ritmo» cuando, de repente, al girar a la salida de un puntecillo de madera, mojado por la lluvia, mis tenis debieron de oler a una zapatilla en celo porque comenzaron a tirar en sentido contrario al que yo me dirigía. Claro, yo para un lado, ellos para otro y terminamos los 3 en el suelo sobre un lecho de gravilla y piedras. Noté un pequeño rasguño enla rodilla. Me acerqué a un charco y lavé la tierra de mi pierna con agua de lluvia. ¿Recuento de daños? ¡Ningún órgano vital dañado! Sigamos con el entrenamiento. Unos metros más adelante me crucé con una mujer que miró horrorizada a la mitad inferior de mi cuerpo. Bajo la mirada y veo que de la rodilla está manando sangre. Termino el segundo mil cerca de una gasolinera. Hago dos «cuestas» y, mientras recupero, me acerco a la gasolinera y me lavo la herida con el agua que siempre hay al lado del aire comprimido para hinchar las ruedas. Sigo con el entreno y termino con un trote de descalentamiento volviendo hacia casa. Me duché, lavé bien la herida con gel, le eché betadine, un apósito con una gasa y Fixomull Strecht (el mismo que uso para que no me sangren los pezones en las carreras largas) y salí «mangado» con los niños porque él tenía un cross en Haciadama 20 minutos más tarde. Corrió muy bien, quedando más o menos por la mitad. Después de correr le dieron un Aquarius que, como no le gusta, me lo tomé yo que no había bebido nada después de entrenar.


Hace un rato fui al centro de salud para que me hicieran una cura «profesional». La herida no estaba inflamada pero era muy fea, con unos profundos surcos en diagonal causados por las piedras. Me hicieron una cura, me pusieron la antitetánica (así ya no hay problema si me muerde un perro) y me dijeron que volviera mañana y el lunes a hacer otra cura.
 

Preferí no hacer un primer plano de la herida porque es un poco asquerosa y «fea».

Así que mañana no haré el entrenamiento programado para darle un día de reposo a la herida. El lunes, con herida o sin ella, volveré de nuevo «a la carga».

domingo, 6 de enero de 2013

Travesía Solidaria Liceo


El sábado 5 de enero no hizo un día de invierno especialmente duro. El cielo estaba despejado y, aunque soplaba un airecillo lavado, se podía disfrutar de una agradable mañana de invierno. A resguardo del viento, incluso se podía apreciar el calorcillo del sol. Claro que, si tus intenciones son participar en una travesía a nado por el puerto de A Coruña, el calorcillo del sol no te va a servir para mucho.

Y allí estaba yo, en el Náutico de A Coruña, con mi mochila a la espalda donde llevaba las gafas, el gorro, el traje de neopreno y una toalla, dispuesto a participar en la II Travesía Solidaria Solidaria Liceo La Paz. Llegaba tarde porque había necesitado sacar dinero en un cajero automático para pagar la inscripción y los dos primeros donde lo había intentado estaban estropeados. El tercero funcionó.

Con mis 5 euros en la mano, me acerqué a la mesa de inscripciones que estaba instalada bajo un inmenso cartel con una foto de Sofía Toro.

- ¿Estás federado?- me preguntó el hombre tras haber anotado mis datos en un portátil.
- En natación no. Estoy federado en triatlón- le contesté.
- Bueno ¿Qué club pongo?
- Pon Nosportlimit.

El hombre comenzó a escribir y asintió con la cabeza cuando encontró el nombre del club en su ordenador, lo que le evitaba la incómoda pregunta de "¿Puedes deletrearlo?". Miró a la mujer que tenía al lado y le dijo:

- 63

Una tercera mujer destapó un rotulador indeleble de color violeta y comenzó a marcarme en la muñeca el número que le habían indicado.

- Deberías haber escogido otro color para el rotulador - le dije-. Cuando salga del agua voy a tener la piel del mismo tono y no se va a poder ver el número.

La mujer se rió con la broma y me entregó una bolsa de color naranja con el número 63 para que dejara mi ropa mientras nadaba.

Me dirigí a los vestuarios y allí entablé conversación con un hombre que había dejado sus cosas al lado de las mías. Me dijo que se llamaba Manolo, que tenía 68 años y q era la segunda vez que se vestía con un neopreno. Algo así había sospechado yo cuando, unos instantes antes, me había preguntado cuál era el lado exterior del neopreno. Cuando vi lo que le estaba costando que ponerse las mangas del traje me ofrecí para echarle una mano para que se lo pusiera correctamente. El hombre me dio las gracias y, una vez pertrechados con nuestros trajes, bajamos juntos hasta la salida.

Desde la organización nos indicaron que nos dirigiéramos al final de un pantalán. Con el peso, el pantalán estaba medio hundido en el agua y un poco escorado. Me metí en el mar para introducir agua por el cuello del neopreno y que quedara bien ajustado. El agua estaba fría, 15 grados según me enteré más tarde. Ya no había vuelta atrás. Subí de nuevo al pantalán. Un grupo de valientes iban a nadar "a pelo" en pleno mes de enero en aguas del Atlántico. También había un hombre con gorro rojo, con orejas y cuernos de demonio, que no parecía tomárselo tan en serio como algunos. Me sorprendí al ver a unos cuantos nadadores en posición de competición, esperando a q sonara el disparo de salida. Allí había nivel y no sólo inconscientes e insensatos como yo.

¡Pam! La mayoría de los nadadores se lanzaron de cabeza y se pusieron a nadar a ritmo fuerte, como si les persiguiera un banco de pirañas. Yo esperé a que todos se hubieran tirado y entonces me tiré yo, con un estilo poco ortodoxo pero igual de eficaz que el de los demás. Se trataba de lanzarse al agua, ¿no? Comencé a nadar a ritmo suave. No había calentado y si no iba con cuidado lo iba a pagar. El agua estaba helada. Cada vez q sumergía la cara notaba los gélidos dedos del Atlántico acariciando mi rostro. Tampoco era una sensación desagradable.


Como no veía la boya, me iba guiando por los otros nadadores pero al poco rato la localicé. Primero creí que era "la" boya y que daríamos la vuelta pero pronto vi que el surfista que guiaba la cabeza de la prueba se seguía alejando por lo que comprendí que había que nadar un poco más. Me sentía un poco descoordinado. No estaba nadando bien: casi no movía los pies, no hacía bien la brazada y no llevaba "automatizados" los movimientos: mi técnica era horrible. Tenía la impresión de ir último pero giré la cabeza y me pareció ver a dos nadadores por detrás. Por fin regresé al pantalán de dónde había salido. Me preguntaron si estaba bien ( que sí lo estaba, que sólo habían sido 400 metros) y tomaron nota del número de mi muñeca. Salí del agua y me ofrecieron un Colacao, unas galletas y un Aquarius. Recogí mi bolsa y subí a ducharme. Al bajar ya cambiado, vi que habían publicado la clasificación y que había quedado en el puesto 15 entre 27 nadadores. ¡No me lo podía creer! Un poco más tarde la organización sorteó una cesta de Navidad que le tocó ¡al demonio! y que acudió a recogerla ataviado con su gorro rojo. Le aplaudimos mucho y nos fuimos cada uno para su casita.

Próxima parada: Medio Maratón de Viana do Castelo, el 20 de Enero.