lunes, 14 de marzo de 2011

Siempre nos parece poco

Hoy hice el rodaje largo dominical. Unas dos horas, pensé, y el ritmo es lo de menos. Me metí por unos vericuetos desconocidos con ánimo de perderme entre pinos y casas de campo... y me perdí. Completamente, oiga. No sabía por dónde iba. Cuando llevaba unos minutos perdido vi, a la izquierda, una silueta que parecía indicarme el camino. Como soy educadito y me pareció una dirección tan buena como cualquier otra, seguí sus indicaciones.


El camino era... ¿cómo podría decirlo?... como muy de rural gallego. Pistas asfaltadas rodeadas de árboles, verde por todas partes, mucha piedra, casas impresionantes al lado de chabolas medio derruidas, pinos y eucaliptos, ...  los que sois gallegos ya me entendéis.



El camino tenía unas subidas y unas bajadas bestiales. Cada vez que llegaba a una bajada me lo pensaba mucho sabiendo que, a la vuelta, volvería cansado y tendría frente a mí una subida. Pero, cuando las trataba de evitar, me encontraba con que, a los pocos metros, tenía inevitablemente otra bajada.


Por el camino me fui encontrando con gente mayor a los que saludaba con unos «buenos días». A la ida vi a una chica, bien vestida, con un «petit robe noir» metiendo cosas en el coche para salir a algún lado. Pasé junto a una iglesia con la gente entrando a misa. En un prado, una mujer terminaba de instalar una alambrada electrificada. A la izquierda vi una casa que parecía una cara.


Me metí por un camino que moría en un cementerio (como es lógico). La única opción era una tremenda bajada... y allí me fui. Seguí corriendo hasta que llegué al punto sin retorno. Llevaba una hora corriendo. Tenía que recoger al chaval que lo había dejado jugando en un torneo de ajedrez. Rezando para que el Forerunner tuviera suficiente batería, activé la función «Ir al Inicio». Estaba ab-so-lu-ta-men-te perdido. La flechita me marcó en sentido opuesto al llevaba, lo que era una buena señal. Tomé el resto de isotónica y me puse en marcha. Distancia hasta el punto de partida: 9.74 km. 

Empecé con una bajadita seguida por la tremenda subida. En lo alto, el cruce del cementerio. Me pregunté si el Forerunner me obligaría a ir hasta allí. Seguí de frente, a ver qué pasaba. El Forerunner me decía que diera la vuelta. Seguí un poco más, pero el chisme no cejaba en su intento de llevarme por el buen camino. Como seguía siendo muy educadito, di la vuelta. Mi sorpresa fue que, al llegar al cruce que llevaba al cementerio, el Forerunner me marcó una dirección distinta. Claro, me había metido por donde no era y por eso me mandaba dar la vuelta. Ahora sé que, si me meto por un camino sin salida, al volver por el mismo camino, el chisme lo va a obviar.

Llegué a la casa que parecía una cara y me acerqué a sacarle una foto. Pensé en meter la mano entre las celosías para tener una imagen desde más cerca pero el perro que se acercaba corriendo me dio que pensar. Valoré si valía la pena arriesgar la integridad de mi móvil y de mi mano. Aquí tenéis la foto desde fuera



En el prado de antes, las vacas rumiaban su «vermut» rodeadas de la valla electrificada. Pasé junto a la iglesia y la gente estaba saliendo de misa. Unos metros más allá, la chica del vestido negro seguía preparando el coche para la partida. Pasé a su lado y ... diosssss... ¡qué bien olía! Lo percibí desde 5 ó 6 metros de distancia. El perfume olía deliciosamente. Después de pasar por zonas con aroma a «Eau de Vache», aquel perfume penetró en mis sentidos como el amanecer de una floral mañana de primavera. 

Cruce tras cruce, el Forerunner me fue llevando hacia El Inicio. En las curvas cerradas me avisaba con antelación. A mi velocidad de crucero esa información me servía tanto como si me estuviera dando el parte del tiempo en Alicante. Por fin abandoné las tierras ignotas y llegué al mundo conocido. Me quedaban dos kilómetros cuesta abajo, circunstancia que no podía desaprovechar. Hice un final de entreno a un ritmo espectacular. En total estuve corriendo durante 2 horas y 11 minutos, en los que recorrí poco más de 20 kilómetros.

Y aquí dejo la reflexión del día: si Abel Antón, Martín Fiz, Rodrigo Gavela y muchos otros nos dicen que no es necesario correr más de 2 horas, como mucho dos horas y cuarto, ¿por qué nos empeñamos en correr más? Siempre nos parece poco. Un largo de 2 horas y pico me pareció muy escaso. Terminé con la sensación de estar fresco, de que podría seguir corriendo un par de horas más. Sólo fueron 20 kilómetros, aunque las cuestas le dieron un plus a la calidad del entreno. Llegué a casa un poco desanimado, con la impresión de haber terminado una semana floja. ¡Pues no! Sumé los kilómetros y... ¡esta semana la terminé con 61 kilómetros en las piernas! No está mal para un objetivo de 4 horas. Creo que voy por buen camino. 

El domingo que viene correré por una zona más llana para acumular más kilómetros en las piernas, pero me pongo como tope correr 2 horas y cuarto. Ya veremos como termino el maratón.

martes, 8 de marzo de 2011

Seis semanas

Tenía previsto publicar un post-ladrillo acerca de las sensaciones durante los entrenos pero, graciosamente, he cedido ante la insistencia de mi sentido común y su temor a las posibles represalias en forma de denuncia por tortura psicológica por parte de los que leéis este blog. Así que me he plantado y me he puesto a pensar: «Y, ahora, ¿qué le cuento a esta gente?». Mi vida, tanto la atlética como la cotidiana, es bastante monótona y aburrida. ¿Qué le diría a un amigo al que no viera desde hace un par de meses y que me preguntara cómo llevo lo del maratón?

Pues nada, «meu» (o «miña»), que sigo entrenando. No tanto como quisiera pero espero que sea suficiente. Empecé a seguir un plan de 3h30' hasta que me di cuenta de que era demasiado para mí. Hay que ser realista. Lo cambié por otro más suave y lo estoy llevando bastante bien, con mis días mejores y mis días peores. Esta semana flojeé bastante. Pensaba ir a correr la Carrera de Padrón pero, por problemas logísticos me fue imposible. Se estropeó el coche casi cuando iba a salir y no me quedó tiempo para encontrar una alternativa de transporte. Al final, ni siquiera salí a correr pensando que sería mejor ir el domingo por la mañana a hacer un rodaje largo.

El domingo tampoco pudo ser. Tenía varias cosas en casa para arreglar y, cuando me di cuenta, se me había ido la mañana. Por la tarde fui con la familia al monte de San Pedro a tomar el aire (tomamos mucho, porque hacía un viento de narices) y volvimos al anochecer. Ya era tarde, al día siguiente tenía que madrugar y dejé para mañana lo que podía hacer hoy, que es lo mismo que decir que pensé, iluso de mí, que el largo lo podría hacer el lunes.

El lunes, tras quedar «desmotorizado», nos fuimos andando al centro de Coruña. Al caer la tarde no podía con las piernas. No lo entendía. Sólo habían sido 9 kilómetros. Las piernas, entre rodilla y tobillo, me dolían mucho. Para más inri, tenía ¡una ampolla! Mi chica no se rió de mí pero le brillaban los ojos con una mirada burlona. En esas condiciones no podía salir a correr. Así que di por cerrada (¿perdida?) la semana con 33 kilómetros completados, y empecé la nueva semana. Me sentía derrotado a falta de un mes para el Mapoma. Pero, viendo el plan de entrenamientos me llevé una alegría. No faltaban sólo 4 semanas, ¡faltan 6 sermanas! ¡Guay! Todavía puedo terminar bien la preparación aunque ya he gastado todos los «comodines». No puedo permitirme ningún lujo más y tengo que seguir el plan a pies juntillas.

Hoy por la mañana estuve haciendo más arreglos/chapuzas en casa. Por la tarde saldré a rodar 65 minutos, tal y como indica el plan. Me da una cierta serenidad, sosiego y tranquilidad de ánimo la decisión tomada de no continuar siguiendo los entrenos con retraso y de seguir el plan de una manera equilibrada y estructurada. Físicamente me encuentro bien. Con sobrepeso pero bien. Si el maratón fuera mañana iría a correrlo. Durante las seis semanas que faltan para el 17 de abril, voy a seguir el plan al pie de la letra. El objetivo es disfrutar de los primeros 42 kilómetros del maratón :-D 

Lo del paseo de los 9 kilómetros me ha dado que pensar. No me cansó la distancia, sino las horas que estuve andando (al ritmo de los niños, que aguantaron como campeones). De igual manera, supongo que cuesta más estar corriendo 4 horas que tener que recorrer 42 kilómetros. Por cierto, me faltaba un detalle mapomero pero eso queda para un próximo post  ;-D