lunes, 1 de noviembre de 2010

Temporal en la costa, carrera Pedestre en Santiago

10 km en Coruña 10, 11 km en Vigo+11, ... uhmmmm... siguiendo la serie... ¡12 km en la Pedestre de Santiago! :D

Me levanté temprano para ir a recoger el dorsal. Bueno, no madrugué tanto gracias al cambio de hora. ¿Desayuno? ¿No desayuno? Casi que paso. La última vez me fue bien. A ver el tiempo... Malo, temporal, alerta roja en la costa. No leo nada de que hayan suspendido las competiciones deportivas. ¡Vamos p'allá!

Llego a Santiago. Encuentro un sitio donde aparcar no muy lejos de la salida. Voy andando hacia la catedral. Las calles están mojadas y parece que llovió, son lágrimas de una niña, una mujer que lloró (como diría la tuna). Vamos, que sí, que estaba todo mojado pero se había abierto un claro y el cielo estaba azul.

Llego a la plaza del Obradoiro y veo el inmenso mamotreto instalado para la entrega de premios. Este año se han pasado...¿Cómo? ¿Que no es para la entrega de premios? ¿Que es para la visita del Papa? Pero, ¿el Papa va a correr la Pedestre? ¡Qué guay!


Recojo el dorsal, la camiseta naranja (muy apropiada para celebrar Halloween) y me voy un rato al coche a leer el libro que me regaló ayer mi chica: "El Hombre que confundió a su mujer con un sombrero". Una hora más tarde, salgo del coche entre asombrado y divertido por la lectura y me dirijo a la zona de la salida. Me cruzo con unos keniatas que llegan tarde. Van vestidos de calle y a toda prisa, cargados con unas mochilas. Compruebo que el mal de llegar tarde no es endémico de este país... o quizá ya se lo hayamos contagiado. Llego a Juan XXIII. Hay muchísima gente calentando. El mal tiempo no ha arredrado a los corredores. Somos gente extraña, entre superhombres y masocas, que disfrutamos y sufrimos, que cuando nos duele el cuerpo con las agujetas nos sentimos satisfechos por el esfuerzo realizado, que ni la lluvia, ni el viento, ni tormentas ni bonanzas, nos impiden salir a correr. Sólo nos sentimos mal cuando no podemos correr. Es fácil encontrar un paralelismo con las drogas.

Me tropiezo con muchas caras conocidas: Xan de Ris, Marola, ¡Jotaeme!, Canido, Mincha y su hermano Miguel, Tara, Pipe, Oscar Runner, Mr. Dixie, Cabuxa (que no la había vuelto a ver desde el Mapoma), Flip, JoShito, Morán, JesúsB, Ex Chema ... A unos saludo, a otros abrazo y a otros los veo pasar a lo lejos.

Dan la salida. Pipe va a mi lado con su sentimento de culpa por haberme «abandonado» en la Vigo+11. Todavía no comprende que me hizo un favor, que nuestros ritmos de carrera son distintos y que, de haber ido juntos, me habría desfondado. Vamos charlando y comentando que este año no se oye a los de la Escuela Naval de Marín. En la Calzada de San Pedro oímos cantar a un grupo. Son los de Douro Azul, que visten camiseta verde. Cumplen con creces su objetivo de que todo el mundo se fije en ellos. Es un grupo enorme al que tenemos que adelantar por la acera. No sé cuando perdí a Pipe. No lo volví a ver hasta terminar la carrera. Quedamos en vernos en la San Martiño, el 14 de noviembre.


Poco antes de entrar en el campus me alcanzó Guille. Me extrañó verlo tan atrás. Charlamos un rato y me contó que iba un poco ahogado. No me extrañaría que hubiera estado tocando toda la noche y ahora estuviera pagando «los excesos». Seguimos un rato juntos y después continuamos cada uno a su ritmo. Un par de minutos después me puse a la altura de Pájaro Azul, de los «Esprintes in de Nai». Me contó que tiene la espalda 'odida por una hernia y que está recuperándose poco a poco. Lo encontré un poco más gordo de cara y me dijo que había ganado 10 kilos durante el verano. Casi me anima saber que no soy el único que gana peso en vacaciones.

Llegamos juntos a la cuesta de San Francisco. Al pie de la misma había una alfombra de championchip, supongo que para evitar «espabilaos» que tomaran un atajo. Es intensa pero cortita, seguida de una bajada donde recuperas lo perdido. A continuación, toboganes y charcos hasta la cuesta de Vite. No cojo agua en el avituallamiento de Vite y comienza la cuesta (había escrito «comienza la tortura» pero, recordando las sensaciones de los últimos kilómetros del Maratón de Madrid, mejor lo cambio por «comienza la cuesta»). Tengo clara mi estrategia. Vite, con calma. Recuperar el resuello y apretar hasta la meta. Oigo, a un corredor que acompaña a dos chicas, animando a una de ellas que se está quedando rezagada: «¡Ánimo Patricia! ¡Tenéis que entrar en la meta de la mano!». Le da un consejo para correr en las cuestas que ya he oído en otra ocasión: «Corre mirándote los pies». Yo también le hago caso.

Por fin supero Vite. Me siento bien. Es hora de correr. Aprieto un poco y regulo el ritmo. Noto en el pecho que las pulsaciones van controladas. Las compuertas del cielo se abren y comienza a caer agua, mucha agua. Subo un poco el ritmo. No me importa adelantar a nadie, sino mejorar mi tiempo y comprobar cómo estoy de forma física. Veo a Bardallas a unos metros por delante. Lo alcanzo y le saludo. Sigo corriendo. Entro en la zona vieja. Al pasar por delante de la facultad de Historia, un pie se desliza un poco sobre un adoquín aunque sin mayores compliciones. Sigo corriendo. Otra cara conocida: ¡Fema! Me da ánimos, muchos ánimos. Continúo adelantando puestos y acercándome a la catedral. Últimos giros entre calles estrechas y voces de ánimo. Por fin, la Praza do Obradoiro se abre frente a mí. El pecho me va diciendo que ni se me ocurra esprintar. Aún así, lo hago, no para adelantar a nadie sino para evitar que alguien me adelante en el último momento. Llego a meta. Estoy satisfecho y feliz. Por cierto, no he visto al Papa. Debió de llegar mucho antes, con los keniatas.

Tras la meta nos dirigen por detrás del Pazo de Raxoi. Me entregan una medalla conmemorativa y un botellín de agua. No hay atasco. La cola del avituallamiento es fluida, casi inexistente. Subo a la praza do Obradoiro a por un Aquarius. Allí me encuentro de nuevo con Marola, su hermano y Cabuxa. Me entregan un folleto para participar en la Media Maratona Manuela Machado, en Enero, en Viana do Castelo. El folleto me lo entrega ¡Manuela Machado! También recojo un folleto para la carrera de Óscar Pereiro... pero no es él quien los reparte. Saludo a Piky, a Pipe, a Chema, recojo un Aquarius y entro en la plaza. Allí me encuentro con unos conocidos de Betanzos que estaban animando en la meta. Ambos me cuentan sus respectivas lesiones que no les han permitido participar. Salgo de la zona cerrada. Un portugués, con un gorro com los de los marineritos americanos, se me acerca y me pregunta dónde entregan las medallas. Entiendo que se refiere a las que nos dan a todos. Se lo digo y marcho hacia el coche.


Volviendo hacia casa veo cómo los árboles se doblan bajo la fuerza del viento. La lluvia viene por arreones y los limpiaparabrisas no son capaces de despejar el agua. En Santiago no sentí el viento pero sí la lluvia. Ahora a casita a descansar que ya me he divertido bastante por hoy.